La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.
martes, 30 de noviembre de 2010
Los valores desvalorados
El telegrama diario
La vida en ítemes.
lunes, 29 de noviembre de 2010
La imposibilidad de la unificación perceptiva.
sábado, 27 de noviembre de 2010
¿Es posible la rehabilitación de un asesino?
viernes, 26 de noviembre de 2010
La experiencia subjetiva con el afuera
La experiencia subjetiva con el afuera.JesRICART
Efectivamente, la experiencia determina la percepción y no sólo a ésta sino que afecta profundamente a la inteligencia emocional y al mismo método de interpretación de lo que nos llega del afuera. Ese afuera no tiene unos límites tan evidentes; no es lo que está de la epidermis más allá, también incluye inoculaciones y entradas y hasta todo un superego (que podemos llamar presión social implícita) que nos habita. Según las experiencias interiorizadas y las enseñanzas adquiridas, los mismos hechos se interpretan de maneras distintas, incluso completamente opuestas. Eso sucede en procesos macros en los que puede estar implicado toda una cultura. Mientras unas viñetas (sobre Mahoma por ejemplo) son tomadas con jocosidad por unas culturas acostumbradas a reírse de sí mismas –de sus ídolos y tótemes desidolatrados- haciendo del humor una de las mejores inversiones en salud, otra cultura (la islámica, por supuesto) lo toma como una de las ofensas mas graves por la que es capaz de conjurarse y perjurar venganza eterna. Cuanto más multilateralizado sea un objeto (en el caso referido, un objeto temático) más lugar da a variaciones interpretativas y formas diferentes de uso, cuanto menos lo sea más se dogmatiza la relación con el mismo. Eso pasa con los objetos materiales y también con las personas tomadas como objetos-eje. La intocabilidad de muchos asuntos genera una fantasmática. Si con el bebé que ponemos a salvo de una fuente de calor que le puede dañar ¿Qué será lo preferible, dejar que su experiencia sensorial de dolor (siempre que no sea grave ni deje secuelas) lo aleccione o traumarlo con miles de veces repitiéndole la negación? La relación adulta con los objetos también es la de indagación aunque su riesgo pueda llegar a hacer mucho daño a la salud física y mental. La adicción a las drogas duras empieza como un tanteo sensorial con un juego para terminar en un consumo totalmente patológico
Las propiedades de un objeto son alteradas según sea el acto por el que es usado o se le utiliza. De hecho todo objeto pensado para una función puede acabar cumpliendo otra (la batería del coche que sirve para iluminar con la ayuda de unas pinzas una bombilla dentro del caserío no electrificado, el ordenador que sirve para organizar los propios archivos también puede ser instrumentado como monitor de televisión, el periódico que sirve para encender el fuego o la mesa del comedor que se usa para arreglar la jofaina de agua con que arreglar el pinchazo de la bici a pesar de las protestas de mamá) y según sea esa refuncionalización así será la experiencia interiorizada y la memoria del pasado y de los lugares simbólicos y prácticos que ocuparon los objetos en él.
Cuando hablamos de percepción estamos cometiendo un sesgo sistemático a no ser de que alguien nos haga caer en la cuenta de nuestro error, el de suponer que la única percepción posible es la antrópica a pesar de que de tarde en tarde se comente que otras especies animales perciben de maneras diferentes los mismos objetos y los infieren –si así se puede llamar- según otro tipo de valores (otro palabra monopolizada y exclusivizada al acervo humano de la que son excluidas otras formas vivas). El reconocimiento aplicado a las diferencias interespecies ha sido un gran paso a favor de la causa del desnarcisismo o desegocentrismo (si se admiten ambos neologismos) del ser humano que cree que nada reina por encima de su cuero cabelludo. Eso significa que el mundo percibido lo es de distintas maneras según los tipos de formas de vida que lo habitan y que tienen sensores para percibirlo. Tiene otra implicación además muy importante: las diferencias perceptivas entre individuos de la misma especie pueden llegar a ser tan distintas como las que guardan los de una especie y otra. Ahí están las sorprendentes capacidades de individuos no seriados con sistemas sensoriales tan poderosos que están muy por encima del promedio de su especie (pensemos en Grenouille el personaje que popularizó de P. Süsking). Las condiciones subjetivas son tan diferentes de un individuo a otro que las dificultades de establecer parámetros comunes a todos en cuanto a educar los sentidos o regular sus pautas de conducta tienden a fracasar. Desde distintas ámbitos se aboga por la personalización (una medicina personalizada, una dieta personalizada, un curriculum formativo personalizado, una actividad personalizada,…) dado el fracaso en tratar de forzar al acomodo cada sujeto al producto. Se empieza lenta y tímidamente a hacerlo al revés: crear el producto o servicio a la medida de quien lo necesita y no obligarle a que pase por el tubo de lo que hay. Al mismo tiempo el reclamo de una pedagogía social unitaria y universal es una constante. La educación es esto: una uniformización de actitudes ante unos mismos hechos. Hay otro lado de lo educativo que apunta a la excitación de la creatividad individual pero sin destruir los referentes comunes destilados por la historia que han demostrado su efectividad. El tipo educado sigue unas pautas cívicas según las cuales inhibe tendencias antisolidarias con el grupo.
Como que los planes de educación han venido fracasando en distintos ámbitos, al apelar a ella lo que se está haciendo es apelar a la hipótesis de una educación más operativa de lo que viene siendo. La educación incide e influye en el modo de entender el mundo y estiliza la sensorialidad en una determinada dirección. En definitiva se perciben las cosas como se perciben por la carga de condicionantes que se tienen incorporados. En ese sentido la ideología no está exenta de responsabilidad ante el mundo percibido.
Para desgracia colectiva la manufactura a gran escala y la producción industrializada coloca a los individuos de corte seriado en posicionamientos estandarizados de opiniones y formas interpretacionales, de aquí que se establezca una prototipicalidad. (los catalanes son así, los andaluces son de esta otra manera, los británicos son flemáticos o los africanos viven al día). Las opiniones estandarizadas que no se revisan a sí mismas están a un paso de los prejuicios. Del mismo modo la manera de percibir objetos de maneras dogmático invariables van en contra tanto de los objetos mismos como de los sujetos estancos que no ven más allá de la apariencia y no alcanzan a gozar sus ventajas. Detrás de una cinofobia se puede rastrear una mala experiencia mal interiorizada con perros. Se puede decir algo parecido en relación a todas las fobias. La aversión a un objeto tiene más que ver con las propiedades del sujeto que lo rechaza que no con las propiedades de ese objeto.
A veces sin que haya registro alguno de experiencias desagradables (o al menos sin que haya consciencia de ellas) se tienen disposiciones a favor o indisposiciones en contra de aspectos o formas ante las que se tiende a excluir. En esos casos habrá que revisar los ámbitos de influencia y la entrada de imputs (infos o entradas informativas) que hayan condicionado esas actitudes. También puede suceder que una intuición salve al sujeto de mezclarse con un objeto de la realidad de un potencial peligroso no visible y gracias a ella salve la vida o se salve de una desgracia. Las intuiciones tienen más que ver con la PES (la extrasensorial) que no con los sentidos conocidos, aunque no haya estudios que la midan o hayan intentado medirla. Lo que sabemos de la potencialidad humana es que es superior a la que demuestra y a la que se le reconoce. Dentro de esta potencialidad hay todo un conocimiento pre científico y pos científico en el que la aproximación intuitiva al saber de la que alguien está al corriente que la tiene no lo está como para podérsela explicar porque la tiene.
Cualquier objeto de cualquier tipo viene con una cancha de variabilidad tal que solo en condiciones de laboratorio controlándolo en el menor detalle se puede decir que se trate del mismo objeto para todos los sujetos. En la realidad la misma cosa recibe miradas diferentes por posicionamientos angulares distintos de quienes la observan. De ahí la necesidad de dos o más observadores para acordar conclusiones más fiables. De cada objeto observado cuantas más observaciones reciba de una diversidad de observadores valorándolo igual más objetivado queda. Como sabemos la discrepancia de visiones ante unos mismos hechos es de tal magnitud que el acuerdo total y absoluto sobre algo es más la excepción que la norma. Aún así hay unos umbrales de percepción que son mayoritarios y otros fuera de lo común que van desde la intuición genial o excepcional a las alucinaciones y delirios. Una intuición puede entender como una forma perceptiva no ordinaria con sensores no descritos. Un gato se inquieta ante una actividad sísmica antes que un sismógrafo o intuye la llegada a casa de uno de sus habitantes antes que el ascensor haga ruido alguno y su pareja se entere. En la intuición concurre una sensibilidad que coadyuva un pre conocimiento sin que haya por ahora una explicación científica, ni siquiera racional, de por qué ocurre.
Toda la información que se tiene de algo percibido no captura la totalidad de sus propiedades hasta que no es investigado. Como que las diferentes percepciones de los objetos y de los hechos parten de distintas cuotas de información los resultados interpretativos son múltiples. Predomina una compresibilidad de las informaciones reunidas que permita salir del paso en una elección o rechazo de una cosa o en una conversación que la refiera, es por eso que la injusticia interpretativa es un continuum en los posicionamientos humanos. La previsión es que siga mientras el lenguaje no sea protegido frente a la pervertibilidad que sufre. Lo que pasa ante una cesión de propiedad que puede ser decomisada al enfiteuta por no cumplir con el acuerdo de uso directo, también podría traspolarse al hablante privándole del uso de palabras que no sabe usar y al mal usarlas estropea indirecta aunque sea involuntariamente la lengua comunitaria. Como eso choca frontalmente con la libertad de expresión, en aras a ella se permite cualquier expresión en contra de la libertad y la creación (que incluye la del lenguaje).
Con la identificación con los objetos del afuera y el lenguaje como uno de ellos, el ser deja de ser fronterizo con esa externalidad para pasar a ser parte de ella o ella parte de él. Así como un objeto fotocrómico varia de aspecto según la intensidad lumínica, la mirada subjetiva también lo hace variar en función del sujeto perceptivo.
La necesidad más psicológica que para la propia ciencia de tener certezas absolutas para todo ha llevado a la cultura humana a pontificar verdades que se demostraron no ser tales. Algo parecido pasa en el campo de la percepción: pontificar cada fenómeno de una sola manera cuando continuamente el habla -que sigue siendo el principal instrumento de comunicación y lectura sobre las cosas- pasa por las distorsiones y las tergiversaciones. Las ojeadas al afuera informan de hechos que solo existen en la mente subjetiva. De alguien se puede decir injustamente que es un tipo poluto ignorando que se trata del operario que trasiega con materiales sucios o que un claustro reunido es una cuchipanda porque alguien ha contado una ocurrencia que hace reír a los demás mientras comen canapés. Las apariencias engañan (no debe haber una frase tan corta y sinóptica de que como es nuestro mundo con esta) y sobre todo engañan porque antes y por encima de cada situación está ya instaurada una prelación con los hechos o con sus protagonistas.
En lugar de pensar que los objetos existen y están establecidos siempre de la misma manera cumpliendo las mismas funciones debería pensarse en la reintelectualización renovada con ellos. Gianni Rodari dice que debería aceptarse cada nuevo niño como un hecho nuevo con el cual el mundo vuelve empezar cada vez a partir de cero. Parece una exageración, lo es, pero concede la maravillosa oportunidad a que cada nuevo percibiente perciba el mundo en el que ha sido parido a que lo reinvente en lugar de tomarlo como una –evidentemente falsa- realidad unívoca. La misma cosa del afuera ha sido interpretada a lo largo de los milenios de manera distinta por nuestros congéneres, lo mismo que sigue siéndolo entre los sofisticados humanos de la actualidad.
Ante el estímulo que provoca una reacción además de constatarla estamos emplazados a reflexionar por qué cada reacción es la que es y no es otra. Esa reacción perceptiva no es el resultado de una percepción tan directa aunque de la sensación que lo sea, sino la consecuencia de un proceso nervioso de informaciones que el cerebro computa para concluir que aquello que siente es lo que es y lo discrimina de otros estímulos no sentidos en ese contexto. Como que el cerebro sigue pautas mecánicas le toca a la inteligencia luchar contra los automatismos de su sistema nervioso (en terminología informática diríamos que el software está por encima del hardware que lo soporta). El conflicto entre inteligencia y sistema nervioso tiene por analogía el que hay entre deseo y bios o entre espíritu y materia.
Según sea la auto concienciación de los procesos implicados, el afuera está tanto más alejado o menos del sujeto en cuanto más forme parte de la vida del observante. Según sea el mundo percibido se vivirá de un modo u otro en él. Eso traslada la responsabilidad de lo externo al modo de vivirlo.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Propiedades de objeto y sus atribuciones por el sujeto.
Las propiedades del objeto y sus atribuciones por el sujeto.JesRICART
Berkeley con su simple observación sobre el sabor de la fruta cuestionó la objetividad como una realidad totalmente independiente del observante (en este caso, del degustante).¿Dónde está el sabor en la manzana o en el paladar? La variedad de apreciaciones en el sabor no se extiende por un igual a todas las bocas. Saborear es una de las atribuciones del sentido del gusto pero el sabor concreto de algo no queda demostrado hasta que no es probado. Ese objeto gustoso tiene propiedades químicas que lo hacen que lo sea pero que no constituyen el gusto mismo. ¿Esto pasa con todos los objetos o solamente con los que implican la sensibilidad de su usuario? Sigámoslo: un nuevo diseño dentro de la aparatología que tanto nos deslumbra a los tecnoutilitaristas sale al mercado con un conjunto de prestaciones. Aceptado que cada objeto no se limita a ser su apariencia sino lo que contiene -sobre todo, lo que contiene- siendo este contenido de una amplitud tal que depende de la habilidad de su usuario el alcance de su uso crea la paradoja siguiente: un objeto no es todo lo que es mientras no sea empleado en su totalidad. La definición de objeto retrotrae a una imagen estática del mismo: un microondas , un placa con una señal, una silla de ruedas, una puerta, un jarro, un jersey, un iPOD, un cenicero,... dentro de -una vez más- una lista interminable de enumerables. Por pocos vocablos que contenga esta lista aleatoria pronto se advierte que cada objeto mencionado tomado al azar es un continente de otros objetos (las bisagras y cerraduras de la puerta, el cenicero vacio o recargado de esas pavas malolientes, las ruedas y el cojón de la silla, la agenda, la cámara o la frecuencia modulada del iPOD...). Cuanto más sencillo sea un objeto y cuanto más singularizada sea su función el objeto presentado queda reducido a si mismo. Pero esto tampoco es tan exacto: el jarrón que está pensado como florero es una vasija o un continente en espera si queda limitado a sí mismo. ¿Es el mismo objeto el jarrón que contiene las flores que sin contenerlas? De una interminable colección de objetos simples (llamarlos elementales sería un error porque nos llevaría a la tabla de elementos periódicos o se confundiría con estos) no hay uno solo que no sirva además de para lo que fue concebido para otras funciones. El vaso que habitualmente se usa puede terminar sus días como cazoleta para el aguarrás donde dejar el pincel de pintura, las antiguas camisas se reciclan como fragmentos de telas diversas para montar un pachwork, los libros alineados en la estantería sirven como alzapiés a falta de otro recurso más sensato, el platito del café sirve de cenicero (una guarrada más añadida a la del hecho de fumar en la mesa de comida). De cada cosa enlistada o pensable (incluso desde la imaginación de lo que todavía no existe o está por fabricar pero que sí puede ser fantaseado) se puede afirmar que hay que diferenciar entre los atributos que la definen como tal: sus características y prestaciones, sus cualidades y las atribuciones que el sujeto le pueda sacar. Hay algo del objeto que no está en el objeto mismo sino en el sujeto a partir de que establece una interacción con aquél. La dificultad de esta discusión se extiende a partir de la complicación de las variedades de atribuciones por un lado (determinadas por las variables de sujeto, tanto porque uno no siempre es el mismo en su condición de usuario, como porque no hay una persona idéntica a otro). La observación de Berkley desbanca el principio inamovible de lo que es cada cosa como si se tratara de algo absolutamente independiente de su evaluador. Lo que hace que un objeto sea el que es y no otro es porque el conjunto de sus propiedades (p1,p2,p3,...pn)no se repite con las de otro. La velocidad y potencia que desarrolla un automóvil a motor no es la misma que se desarrolla en una bicicleta, aunque ambos son instrumentos para la movilidad. La gama de objetos distintivos es lo que puebla el mundo de decorados diferentes. Sin embargo, si el análisis se extiende a los componentes orgánicos de cada objeto se entra en un campo de equivalencias. A nivel atómico y de ondas todos los objetos comparten registros muy parecidos. Para no confundirnos -con el ambicioso campo semántico- al llamar a todo lo pensable y nombrable como objeto, hay que diferenciar de alguna manera el objeto que cumple una función de uso (la realidad doméstica y cotidiana nos rodea con miles de ellos) del que cumple una función intelectiva (las palabras, los sueños, los conceptos,...). Al diferenciarlos nos encontramos que en ambos tipos además de sus atributos de contenido ni alcanzan la totalidad de su funcionalidad hasta que reciben las atribuciones de uso. La experiencia personal lo demuestra a cada momento. Salvo las cosas más ordinarias y simplificadas cuya función se confirma cada vez que son empleadas, como la taza de té, las otras más complejas y más propias de una sociedad tecnológicamente sofisticada, pueden ser utilizadas fragmentariamente de una manera sistemática. Hay aparatos que se les da por obsoletos y se desechan sin haberles usado todas sus prestaciones. ¿Qué decir de un receptor de radio simple? La radio es un objeto de objetos. El receptor es un instrumento de audición de un conjunto de emisoras a las que se llega fácilmente con el dial y cada una de estas con un conjunto de programas y cada uno de estos con un perfil referencial que aborda distintos temas. ¿Cuántos objetos hay aquí? El receptor, cada emisora, cada programa, cada tema...Un radioyente puede usar su receptor y jamás sintonizar la emisora de Radio Amistad o la COPE. ¿qué significa eso?¿qué clase de atribución se le da al receptor? sin duda es selectiva. ¿Pero es lo mismo o se puede decir lo mismo de las emisoras sintonizables con atributos? Mientras la capacidad de sintonía del receptor es un atributo, la emisora es un objeto alcanzado por aquella condición pero que a su vez tiene su colección de atributos.
Su objetivización pasa siempre por su subjetivización. El cuerpo humano (con su sensorialidad e inteligencia) es un multiconjunto de posibilidades que si bien enriquece a la hora de considerar lo que sea distorsiona al tratar de medirlo. La diferencia entre una vara de medir, un termómetro, una máquina de pesar o cualquier instrumento específico diseñado para especificar volúmenes o distancias es que el cuerpo humano tiene demasiados procesos internos que alteran la apreciación exacta o que no aseguran su regularidad estable. Por eso no llueve a gusto de todos aunque el pluviómetro sea quien tenga la última palabra en cuanto a demostrar exactamente lo qué ha llovido.
La percepción subjetiva del objeto llega a alcanzar tanta fuerza que la presunción de que es una cosa la hace saborear como esa cosa aunque no lo sea. La firme convicción de estar tomando una bebida (esa convicción puede ser una suerte de sugestión hipnótica) soborna al sistema perceptivo para sentirla con arreglo a esa convicción y no por lo que es. Los tests de sabores bajo ese tipo de control mental así lo demuestra. Algo parecido pasa en relación a los valores y a las personas (que metodológicamente no pierden su condición de objetos perceptibles). Cooley, influido por W. James, estudió los grupos primarios: familia, amigos, escuela,.. encuentra como socializan al individuo que no escoge sus valores. Ni se le da opción inicialmente a que lo haga. La resultantes es un yo espejo o yo reflejado en los demás que contextualizan el entorno en el que está inserto y por el que es dominación, Según la interpretación de cómo son los otros hace que eso actúe como factor para cambiar la imagen de una manera acomodaticia cambiando de conducta. Lo que pasa con los valores (como enunciados ideológicos) también pasa con los objetos. Un objeto se percibe además de por sus marcas externas también por sus estigmas, esto es, que además de contemplarlo por sus propiedades en si se le admite o no por sus propiedades para fuera. Un objeto en si mismo interesante puede ser interiorizado y despreciado hasta su exclusión total tras su estigmatización, el mismo mecanismo es el que media entre individuos predominando el estigma (la perpetuación de un descalificativo) a la revaloración de los atributos en sí mismos.
Autovictimidad y Heterovictimidad
Autovictimidad y heterovictimidad. JesRICART
De los distintos tipos de victimidad, la mezcla de tantos factores (los de tipo personal que la auto inducen con los externos absolutamente inevitables) hace que los prototipos de víctimas se confundan. Delimitar un factor estrictamente externo y aleatorio que la casualidad hace que se cruce en tu camino convirtiéndote en victima involuntaria no es tan evidente como de entrada pudiera pensarse. Cuando un volcán ruge y baña de polvo toda la zona cercana asfixiando a una parte de los lugareños además de constatar la furia de la naturaleza hay que recordar quienes optaron por vivir temerariamente dentro del área de inseguridad transgrediendo la línea límite recomendada, cuando una multitud se reúne por un evento y parte de ella muere por avalancha humana, episodio repetido demasiadas veces (julio2010 festival de Duisburgo/Germany en el LoveParade,1990 peregrinación a la Meca donde murieron unas 1500personas,una estampida en Pnom Penh a propósito del festival del agua celebrada en Camboya para despedir la época de los monzones) como para pensar que un inconsciente colectivo nos pone a salvo todos de todos. Cuando ante el terremoto, el sunamis o al huracán, hay que sumar la negligencia humana en la construcción de los hábitats a un daño natural hay que sumar el daño artificial. El factor irremediable de un desenlace catastrófico está demasiadas veces combinado con el factor personal de negligencia o irresponsabilidad. Para evaluar cuotas o porcentajes de responsabilidad no hay un solo baremo. Depende del criterio interpretativo la responsabilidad se pone más del lado de lo externo o más del lado de lo propio. Caerse de una silla de ruedas con resultado de fractura de tibia y un mes por delante de inactividad por convalecencia, por chocar contra el umbral de la puerta y estar en una posición incorrectamente sentada ¿Dónde ubicar el factor principal de responsabilidad? En el sujeto que sufre el accidente aunque en su favor busquemos factores externos que lo disculpen (umbral estrecho, ruedas semihinchadas o una discusión reciente con el partner que haya generado un cierto estrés. Nunca hay un solo dato aislado de todos los demás, pero por muchos datos que haya la valoración consiste precisamente en ordenarlos y asignarles un cociente dentro de un gradiente de importancia. La diferencia entre los factores indirectamente responsables y los directamente responsables es que aquellos por si mismos no ocasión el desenlace fatal. Dejar el vehículo aparcado en la calle unos cuantos días seguidos sin usarlo no justifica que el amigo de lo ajeno o quien se ha acostumbrado a vivir del sudor de la frente de los demás se dedique a esquilmarlo y robarlo. El ladrón puede estimar a su favor que un vehículo parado es un vehículo sobrante que no necesita el propietario y que él tiene más derecho a su uso o lo toma como cantera de piezas que le falten (es triste como a veces el mismo primer día de un coche en pana parado en una cuneta atrae toda clase de buitres humanos para irlo vaciando de piezas, en casos extremos esto pasaba a los 10 minutos de dejar un coche estacionado en una barrio de mala fama). No hay justificación posible: el ladrón no elige necesariamente a su víctima, la produce, no es por una cuestión personal la mayoría de veces es por su modo de entender la supervivencia a costa de que un desconocido se la pague y se la pague a la fuerza.
Un análisis multifactorial de lo que caracteriza y produce un evento podría sugerir conclusiones no éticas: disculparlo todo porque todo en definitiva puede recurrir a un cuerpo conceptual que lo coherentice. En aras a lo que uno necesita pierde de vista que quien lo tiene también lo necesita con el añadido de que ha trabajado por tenerlo o se ha esforzado por conseguirlo. El ladrón tiende a pensar que como todo el mundo es de su condición se construye una coartada privada para auto justificarse eso de quitarle las cosas a los demás. Se las arregla de alguna manera para poder dormir en paz sin que le torturen las pesadillas. No siempre es así, hay terribles criminales que conciencian su atrocidad y se quitan la vida a continuación de habérsela quitado a otros siendo lo mejor que pueden hacer (el caso de tantos maridos machistas incapaces de conciliar sus niveles de agresión y su ideología totalmente obsoleta con los nuevos modos de vivir en el mundo). Examinado cada caso concreto la ratio entre un criminal y su víctima es bastante sencilla de establecer, los eximentes y atenuantes quedan a una cierta distancia, a veces como decorados de fondo y en ocasiones como documentos que no son admitidos en el protocolo judicial porque llegan fuera de plazo o con planteamientos en formatos lamentables. Pero el mismo caso el sujeto S1 mata al sujeto S2 por cuyo homicidio voluntario hay tipificada una pena es completamente distinto según se trate de cada sujeto. Si una víctima se rebela contra su victimario en defensa propia siendo este inesperadamente quien pierde la vida la victima inicial lo es por partida doble como víctima propiciatoria al ser atacada y por estrenarse sin que eso lo tuviera previsto en homicida factual para salvar su vida, y arrastrada al laberinto del viacrucis de su victimidad burocrática e incluso carcelaria. Los administradores de los códigos penales no consiguen evaluar las situaciones tan en concreto como para medir el grado de victimidad y el desenlace de los hechos. Lo que es peor, no peritan siempre in situ ni siquiera los hechos de los que en una sentencia quedan documentos y dicen -equivocadamente- probados.
Un factor añadido a las dificultades de la caracterización de victima dentro de la criminología es la responsabilidad subyacente de la judicatura en coadyuvar como cómplice pasiva los actos criminales. El descredito creciente del sistema judicial para el conjunto de la sociedad hasta ahora no ha producido mejoras y cualificación, que deberían pasar por la depuración de la parte de magistratura ideológicamente tendenciosa y por un fondo legislativo menos equívoco. Como que la sociedad no accede a la estadística de la fatalidad (que existe pero con una circulación restringida) no es el de conocimiento público la cantidad de casos criminales sin resolver (una mayoría), la cantidad de casos mal resueltos (un porcentaje descomunal) en los que los malos son exonerados y los casos judicialmente resueltos pero penalmente mal resueltos al enviar a presidio a tipos que no solo no se van a rehabilitar nunca sino que potencialmente delinquirán de nuevo a la salida en cantidades alarmantes.
No hay pena útil ni cura aceptable de un presidiario confeso y convicto que no repare de facto los daños ocasionados y no hay justicia para la victima (especialmente para la que ya no lo puede contar por muerta) que no sea reparando de alguna manera el vacío que dejara. Ni la contrición del reo ni pagarlo con cárcel paga realmente nada a la sociedad, al contrario se endeuda más con ella, teniendo en cuenta el costo del alojamiento de la población carcelaria.
Para poder concebir desde la atalaya –en reparaciones- de la utopía una sociedad sin represión criminal habrá que garantizarla libre de crímenes. Para eso, o la seguridad que proporcione tranquilidad colectiva habrá de seguirse maximizando (mas inversión del presupuesto en mas policía) o las personalidades psicopáticas de malfactores las habrá ido superando la evolución bioneurológica. En el segundo caso el proceso va para largo y en el primero el sistema social apunta a ser más rígido, mas controlador, mas totalitario.
La incorporación del acto criminal en el talante del individuo que lleva sus fechorías a la destrucción de objetos, bienes y personas es un proceso de culturización. Krech defendió la idea de que las actitudes no son innatas sino aprendidas, especialmente en el proceso socializador. Las fuentes formativas son objetos y personas que satisfacen necesidades siendo el grupo de pertenencia clave en las influencias y en las dimensiones de personalidad. Las legislaciones distinguen netamente entre los actores conscientes de sus actos criminales y quienes sufren enajenaciones mentales que en principio quedan exentos de culpa. Como que una sofística de las defensas ha hecho pasar por loco al cuerdo impera mas el criterio de distinguir entre un diagnostico psicopatológico correcto y la responsabilidad del acto cometido.
La victima que lo es durante un episodio en su vida que ha tenido las de perder por negligencias ajenas o agresiones recibidas no significa que deje de serlo tras ese episodio concreto, una parte importante de su vida, lo siguiente 5, 10, 20 o más años puede seguirse viendo envuelta por los coletazos de aquel episodio. Hay historias de separaciones matrimoniales en que la injuria y el agravio se reactualizan innumerables veces sin que el cuerpo jurídico aunque intervenga y dirima consiga resolverlo. Ahí donde hay alguien medular no ético y sulfúrico de maldad no hay sistema judicial que lo neutralice, mucho menos con las connivencias y canchas recursivas que se dan. Fernando Bárcena propone el aprendizaje ético de la existencia. La atención a la experiencia vivida. Aprender de la vida es aprender a vivirla con ética no cayendo en las trampas de devolver al agresor el daño que te hizo o extender en terceros el mal recibido. De ese modo el cerco de la victimidad podría aspirar a irse reduciendo. Entretanto cada vez que uno es víctima de un acto criminal es razonable que su confianza en el mundo decrezca un poco más y como esos actos son diarios y mundialmente extendidos este mundo cada día es un poco peor al día anterior. El criminal no tiene que reflexionar mucho para deducir que cada vez que comete un acto lesivo contra alguien lo está cometiendo contra el mundo entero empeorándolo.
martes, 23 de noviembre de 2010
El texto como objeto percibido.
El texto como objeto percibido.JesRICART
Las construcciones gramaticales no engañan aunque la intencionalidad verbal juegue en el campo contrario a lo que se revela inconscientemente. En el modo de armar las oraciones y encadenarlas se hace algo más que expresar un relato, se expresa la propia personalidad del relator. Hay excepciones a eso cuando la normatividad lingüística pasa por la estandarización de la forma hasta tal punto que no hay diferencia entre un hablante y otro. Recuerdo el tono y énfasis del “¡sí, señor!” del recluta al cadete, sin que hubiera diferencias entre aspirantes a galones o licenciarse cuanto antes. De las formas de hablar los hablantes dedican/mos gran parte de conversaciones y reflexiones. Hasta es posible que una tentativa temática se llegue a otro campo completamente imprevisto. Octavio Paz en su ensayo-poético, por clasificarlo de alguna manera, El mono gramático en su antepenúltima página dice: “ahora me doy cuenta que mi texto no iba a ninguna parte, salvo al encuentro de sí mismo. Advierto también que las repeticiones son metáforas y las reiteraciones son analogías: un sistema de espejos que poco a poco han ido revelando otro texto”.
De un tema propuesto, el que sea y dónde sea, las derivas colaterales a las que da a lugar proporciona una sucesión de temas y hasta nuevas virtudes que pueden incluso superar la propuesta original. En disculpa de navegantes dispuestos a explorarlo todo apartándose de la ruta planeada es que la ambición de aprender va en detrimento de consolidar lo aprendido pero antes o después Ulises vuelve a Penélope. Si alguien no vuelve a la ruta, al tema eje, se corre el riesgo de que la exploración se eternice. Metafóricamente el viaje intelectual pide el auto-recordatorio continuado del marco en el que se está hablando y corregir el sesgo de ir al oquedal eludiendo el bosque enmarañado por las inconveniencias de tantos vericuetos y matojos. La tendencia discursivo-espontánea tiende a lo fácil (el cerebro es biológicamente vago), la necesidad de conocer obliga a rediseñar el proceso de intelección. Por momentos, sensorialmente presumimos de estar pisando firme cuando en realidad solo estamos sobre una restinga puntual. Bucear bajo la superficie proporciona el retrato de otra verdad no esperada y reajustar la impronta de la primera percepción a otras informaciones más severas.
El proceso de intelección (aprehensión de los datos) es pulsátil: no todo lo percibido pasa a una codificación infalible, en realidad nada de lo percibido pasa a ser infalible; es como mucho una estimulación para formar una sensación, que con otras podrá contribuir a definir un cuadro aproximativo lo más fiel posible de aquello que los sensores reciben. El cuerpo humano con toda su dote biológica magnifica no deja de ser una especie de radar que detecta un objeto en su campo sensorial del que aprecia unas cuantas características pero no todas. Cada animal percibe las cosas de manera distinta según sus prestaciones fisiológicas. En esos apercibimientos, cuantos más detalles se alcancen a discriminar del objeto sensorializado mas se podrá decidir de qué se trata y cómo reaccionar ante ello. Eso es lo que permite resultados tan opuestos como encontrar aliados o salvarnos de peligros.
Los textos y/o las palabras (que ya han sido definidos como tantos otros objetos a percibir además de entender) generan prevención o implicación según las autodefensas psíquicas del observante. Como que no hay situaciones ideales, en las que todos los observantes concurrentes participen con la misma intensidad de dedicación al tema que los aglutina: la cuantificación de observaciones sumadas crece exponencialmente pero no por concurran criterios o ideologías muy diferentes sino porque se parte de métodos distintos y en particular de exposiciones distintas a lo observado.
Tomemos una situación en la que un numero n de participantes (cuya cifra exacta se desconoce ni es necesario propósito alguno para conocerla), convocados en torno a un tema (que puede ser el de averiguar como hablamos los hablantes o estudiar cómo se perciben las palabras)inserta en un agregatorio de opiniones las docenas o cientos que puedan ir surgiendo pero con una atención desigual en su lectura y asi mismo desigual en su comprensión, el resultado matemático lógico de complejidad va a añadir al factor de la pluralidad de las opiniones mismas el de la suma de todos los que participan aportándolas sin haber leído todas las de los demás, con lo cual el espacio para la incomprensión ira in crescendo a pesar de que para una parte de la conversación la lucidez sea la recompensa de quienes la conecten. Eso que parece complicado no es tan difícil de entender: quien llega como espectador a la mitad de la película no se entera ni de la mitad, si encima renunciar a ponerse al día de qué va la historia hay escenas que no se llevará nunca en su memoria, resultado: se habrá medio enterado. Pues bien, esa semipercepción de los estímulos es uno de los hechos más llamativos. Por brillante que sea el equipo sensorial del individuo sino barre con el todo lo que hay no se entera de la realidad. El periscopio tiene que hacer un giro de 360 grados para advertir si hay barco enemigo en el horizonte.
Lo que se percibe de cada palabra por citar un objeto aparentemente simple pero que puede tener más de una acepción y por tanto de comprensión, es una cosa u otra según la actitud de sujeto. Para los (que somos) cegatos no es la palabra inasible por densa lo que desactiva (los chinos venden gafas para la presbicia a menos de 3€) sino una actitud resistente no concienciada al objeto mismo. Un objeto aparentemente maqueado, con un look de portada y que quita el aliento como si de una mundaria con las medidas más ensoñadas con libre accésit se tratara, no tiene porque ser lo más conveniente, aunque a primera vista puediera ser lo más deseable, al comprobar que percude lamentablemente lo que exhibe. El objeto, todo objeto en principio dentro del orbe de la tridimensionalidad, también en el de la bidimensionalidad si se insiste en decir que una grafía no tiene ni textura ni volumen y que es plana (todas y no solo las llanas), tiene su interés, su función y hasta su atractivo, aunque depende de cada sujeto que lo admire, utilice o lo encuentre.
Los diagnósticos de todo tipo (de los mercados financieros, de la salud corporal, del estado del inmueble, de la victimidad vial,…) además de basarse en análisis no se resisten a las percepciones que son las que los dejan fuera del umbral estrictamente científico la mayoría de ideas que se presentan o son tomadas como aseveraciones.
Eso nutre las actitudes ambiguas en las que las declaraciones bajo encabezamientos del tipo yo afirmo/yo niego son escasas por temor a la equivocación o por temor al conflicto con los declarantes de sentencias opuestas. Dado el relativismo de lo verdadero y lo falsable, siendo que las verdades son ocasionales y lo que parecían no-certezas contribuyen a exactitudes, dar por definitivamente válido y exclusivo un punto de vista particular sobre una cosa remite a la soberbia. De otro lado, la cancha en la que cabe todo en la que se incluye Ramón de Campoamor con su famosa conclusión “y es que en este mundo traidor, no hay verdad ni mentira: todo es según el cristal con que se mira” deja al observador en la permanente inseguridad filosófica. Sí hay verdades y mentiras y fronteras muy delimitadas entre las unas y las otras, pero también hay un sofismo dispuesto a darle la vuelta a todo y hacerlo aparecer como lo opuesto a lo que es. Lo que nos pasa es que hay un lenguaje que mezcla continuamente la parte con el todo y el adjetivo valorativo para un conjunto está en contradicción con otra para una de sus partes. Puedo admirar la belleza de alguien a bordo de una anatomía con una deformidad de un pie varo y un pulgar valgo que como parte puedo juzgarla no estética y como parte de un conjunto, tal como digo ni siquiera advertible y en todo caso sin incidencia alguna para que destituya mi actitud al conjunto. Bien mirado eso nos pasa con todos los objetos percibibles: una parte de cada estimulo puede ser rechazada y contaminar injustamente el resto, o admirada y aceptar negligentemente el resto. Pasa con productos culturales complejos o puede pasar con cada objeto doméstico que evaluación de su estética puede ser postergada sine die al priorizar su utilidad.
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