La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

viernes, 26 de noviembre de 2010

La experiencia subjetiva con el afuera

La experiencia subjetiva con el afuera.JesRICART

Efectivamente, la experiencia determina la percepción y no sólo a ésta sino que afecta profundamente a la inteligencia emocional y al mismo método de interpretación de lo que nos llega del afuera. Ese afuera no tiene unos límites tan evidentes; no es lo que está de la epidermis más allá, también incluye inoculaciones y entradas y hasta todo un superego (que podemos llamar presión social implícita) que nos habita. Según las experiencias interiorizadas y las enseñanzas adquiridas, los mismos hechos se interpretan de maneras distintas, incluso completamente opuestas. Eso sucede en procesos macros en los que puede estar implicado toda una cultura. Mientras unas viñetas (sobre Mahoma por ejemplo) son tomadas con jocosidad por unas culturas acostumbradas a reírse de sí mismas –de sus ídolos y tótemes desidolatrados- haciendo del humor una de las mejores inversiones en salud, otra cultura (la islámica, por supuesto) lo toma como una de las ofensas mas graves por la que es capaz de conjurarse y perjurar venganza eterna. Cuanto más multilateralizado sea un objeto (en el caso referido, un objeto temático) más lugar da a variaciones interpretativas y formas diferentes de uso, cuanto menos lo sea más se dogmatiza la relación con el mismo. Eso pasa con los objetos materiales y también con las personas tomadas como objetos-eje. La intocabilidad de muchos asuntos genera una fantasmática. Si con el bebé que ponemos a salvo de una fuente de calor que le puede dañar ¿Qué será lo preferible, dejar que su experiencia sensorial de dolor (siempre que no sea grave ni deje secuelas) lo aleccione o traumarlo con miles de veces repitiéndole la negación? La relación adulta con los objetos también es la de indagación aunque su riesgo pueda llegar a hacer mucho daño a la salud física y mental. La adicción a las drogas duras empieza como un tanteo sensorial con un juego para terminar en un consumo totalmente patológico

Las propiedades de un objeto son alteradas según sea el acto por el que es usado o se le utiliza. De hecho todo objeto pensado para una función puede acabar cumpliendo otra (la batería del coche que sirve para iluminar con la ayuda de unas pinzas una bombilla dentro del caserío no electrificado, el ordenador que sirve para organizar los propios archivos también puede ser instrumentado como monitor de televisión, el periódico que sirve para encender el fuego o la mesa del comedor que se usa para arreglar la jofaina de agua con que arreglar el pinchazo de la bici a pesar de las protestas de mamá) y según sea esa refuncionalización así será la experiencia interiorizada y la memoria del pasado y de los lugares simbólicos y prácticos que ocuparon los objetos en él.

Cuando hablamos de percepción estamos cometiendo un sesgo sistemático a no ser de que alguien nos haga caer en la cuenta de nuestro error, el de suponer que la única percepción posible es la antrópica a pesar de que de tarde en tarde se comente que otras especies animales perciben de maneras diferentes los mismos objetos y los infieren –si así se puede llamar- según otro tipo de valores (otro palabra monopolizada y exclusivizada al acervo humano de la que son excluidas otras formas vivas). El reconocimiento aplicado a las diferencias interespecies ha sido un gran paso a favor de la causa del desnarcisismo o desegocentrismo (si se admiten ambos neologismos) del ser humano que cree que nada reina por encima de su cuero cabelludo. Eso significa que el mundo percibido lo es de distintas maneras según los tipos de formas de vida que lo habitan y que tienen sensores para percibirlo. Tiene otra implicación además muy importante: las diferencias perceptivas entre individuos de la misma especie pueden llegar a ser tan distintas como las que guardan los de una especie y otra. Ahí están las sorprendentes capacidades de individuos no seriados con sistemas sensoriales tan poderosos que están muy por encima del promedio de su especie (pensemos en Grenouille el personaje que popularizó de P. Süsking). Las condiciones subjetivas son tan diferentes de un individuo a otro que las dificultades de establecer parámetros comunes a todos en cuanto a educar los sentidos o regular sus pautas de conducta tienden a fracasar. Desde distintas ámbitos se aboga por la personalización (una medicina personalizada, una dieta personalizada, un curriculum formativo personalizado, una actividad personalizada,…) dado el fracaso en tratar de forzar al acomodo cada sujeto al producto. Se empieza lenta y tímidamente a hacerlo al revés: crear el producto o servicio a la medida de quien lo necesita y no obligarle a que pase por el tubo de lo que hay. Al mismo tiempo el reclamo de una pedagogía social unitaria y universal es una constante. La educación es esto: una uniformización de actitudes ante unos mismos hechos. Hay otro lado de lo educativo que apunta a la excitación de la creatividad individual pero sin destruir los referentes comunes destilados por la historia que han demostrado su efectividad. El tipo educado sigue unas pautas cívicas según las cuales inhibe tendencias antisolidarias con el grupo.

Como que los planes de educación han venido fracasando en distintos ámbitos, al apelar a ella lo que se está haciendo es apelar a la hipótesis de una educación más operativa de lo que viene siendo. La educación incide e influye en el modo de entender el mundo y estiliza la sensorialidad en una determinada dirección. En definitiva se perciben las cosas como se perciben por la carga de condicionantes que se tienen incorporados. En ese sentido la ideología no está exenta de responsabilidad ante el mundo percibido.

Para desgracia colectiva la manufactura a gran escala y la producción industrializada coloca a los individuos de corte seriado en posicionamientos estandarizados de opiniones y formas interpretacionales, de aquí que se establezca una prototipicalidad. (los catalanes son así, los andaluces son de esta otra manera, los británicos son flemáticos o los africanos viven al día). Las opiniones estandarizadas que no se revisan a sí mismas están a un paso de los prejuicios. Del mismo modo la manera de percibir objetos de maneras dogmático invariables van en contra tanto de los objetos mismos como de los sujetos estancos que no ven más allá de la apariencia y no alcanzan a gozar sus ventajas. Detrás de una cinofobia se puede rastrear una mala experiencia mal interiorizada con perros. Se puede decir algo parecido en relación a todas las fobias. La aversión a un objeto tiene más que ver con las propiedades del sujeto que lo rechaza que no con las propiedades de ese objeto.

A veces sin que haya registro alguno de experiencias desagradables (o al menos sin que haya consciencia de ellas) se tienen disposiciones a favor o indisposiciones en contra de aspectos o formas ante las que se tiende a excluir. En esos casos habrá que revisar los ámbitos de influencia y la entrada de imputs (infos o entradas informativas) que hayan condicionado esas actitudes. También puede suceder que una intuición salve al sujeto de mezclarse con un objeto de la realidad de un potencial peligroso no visible y gracias a ella salve la vida o se salve de una desgracia. Las intuiciones tienen más que ver con la PES (la extrasensorial) que no con los sentidos conocidos, aunque no haya estudios que la midan o hayan intentado medirla. Lo que sabemos de la potencialidad humana es que es superior a la que demuestra y a la que se le reconoce. Dentro de esta potencialidad hay todo un conocimiento pre científico y pos científico en el que la aproximación intuitiva al saber de la que alguien está al corriente que la tiene no lo está como para podérsela explicar porque la tiene.

Cualquier objeto de cualquier tipo viene con una cancha de variabilidad tal que solo en condiciones de laboratorio controlándolo en el menor detalle se puede decir que se trate del mismo objeto para todos los sujetos. En la realidad la misma cosa recibe miradas diferentes por posicionamientos angulares distintos de quienes la observan. De ahí la necesidad de dos o más observadores para acordar conclusiones más fiables. De cada objeto observado cuantas más observaciones reciba de una diversidad de observadores valorándolo igual más objetivado queda. Como sabemos la discrepancia de visiones ante unos mismos hechos es de tal magnitud que el acuerdo total y absoluto sobre algo es más la excepción que la norma. Aún así hay unos umbrales de percepción que son mayoritarios y otros fuera de lo común que van desde la intuición genial o excepcional a las alucinaciones y delirios. Una intuición puede entender como una forma perceptiva no ordinaria con sensores no descritos. Un gato se inquieta ante una actividad sísmica antes que un sismógrafo o intuye la llegada a casa de uno de sus habitantes antes que el ascensor haga ruido alguno y su pareja se entere. En la intuición concurre una sensibilidad que coadyuva un pre conocimiento sin que haya por ahora una explicación científica, ni siquiera racional, de por qué ocurre.

Toda la información que se tiene de algo percibido no captura la totalidad de sus propiedades hasta que no es investigado. Como que las diferentes percepciones de los objetos y de los hechos parten de distintas cuotas de información los resultados interpretativos son múltiples. Predomina una compresibilidad de las informaciones reunidas que permita salir del paso en una elección o rechazo de una cosa o en una conversación que la refiera, es por eso que la injusticia interpretativa es un continuum en los posicionamientos humanos. La previsión es que siga mientras el lenguaje no sea protegido frente a la pervertibilidad que sufre. Lo que pasa ante una cesión de propiedad que puede ser decomisada al enfiteuta por no cumplir con el acuerdo de uso directo, también podría traspolarse al hablante privándole del uso de palabras que no sabe usar y al mal usarlas estropea indirecta aunque sea involuntariamente la lengua comunitaria. Como eso choca frontalmente con la libertad de expresión, en aras a ella se permite cualquier expresión en contra de la libertad y la creación (que incluye la del lenguaje).

Con la identificación con los objetos del afuera y el lenguaje como uno de ellos, el ser deja de ser fronterizo con esa externalidad para pasar a ser parte de ella o ella parte de él. Así como un objeto fotocrómico varia de aspecto según la intensidad lumínica, la mirada subjetiva también lo hace variar en función del sujeto perceptivo.

La necesidad más psicológica que para la propia ciencia de tener certezas absolutas para todo ha llevado a la cultura humana a pontificar verdades que se demostraron no ser tales. Algo parecido pasa en el campo de la percepción: pontificar cada fenómeno de una sola manera cuando continuamente el habla -que sigue siendo el principal instrumento de comunicación y lectura sobre las cosas- pasa por las distorsiones y las tergiversaciones. Las ojeadas al afuera informan de hechos que solo existen en la mente subjetiva. De alguien se puede decir injustamente que es un tipo poluto ignorando que se trata del operario que trasiega con materiales sucios o que un claustro reunido es una cuchipanda porque alguien ha contado una ocurrencia que hace reír a los demás mientras comen canapés. Las apariencias engañan (no debe haber una frase tan corta y sinóptica de que como es nuestro mundo con esta) y sobre todo engañan porque antes y por encima de cada situación está ya instaurada una prelación con los hechos o con sus protagonistas.

En lugar de pensar que los objetos existen y están establecidos siempre de la misma manera cumpliendo las mismas funciones debería pensarse en la reintelectualización renovada con ellos. Gianni Rodari dice que debería aceptarse cada nuevo niño como un hecho nuevo con el cual el mundo vuelve empezar cada vez a partir de cero. Parece una exageración, lo es, pero concede la maravillosa oportunidad a que cada nuevo percibiente perciba el mundo en el que ha sido parido a que lo reinvente en lugar de tomarlo como una –evidentemente falsa- realidad unívoca. La misma cosa del afuera ha sido interpretada a lo largo de los milenios de manera distinta por nuestros congéneres, lo mismo que sigue siéndolo entre los sofisticados humanos de la actualidad.

Ante el estímulo que provoca una reacción además de constatarla estamos emplazados a reflexionar por qué cada reacción es la que es y no es otra. Esa reacción perceptiva no es el resultado de una percepción tan directa aunque de la sensación que lo sea, sino la consecuencia de un proceso nervioso de informaciones que el cerebro computa para concluir que aquello que siente es lo que es y lo discrimina de otros estímulos no sentidos en ese contexto. Como que el cerebro sigue pautas mecánicas le toca a la inteligencia luchar contra los automatismos de su sistema nervioso (en terminología informática diríamos que el software está por encima del hardware que lo soporta). El conflicto entre inteligencia y sistema nervioso tiene por analogía el que hay entre deseo y bios o entre espíritu y materia.

Según sea la auto concienciación de los procesos implicados, el afuera está tanto más alejado o menos del sujeto en cuanto más forme parte de la vida del observante. Según sea el mundo percibido se vivirá de un modo u otro en él. Eso traslada la responsabilidad de lo externo al modo de vivirlo.

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