La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

martes, 30 de noviembre de 2010

La vida en ítemes.

La vida en ítemes.S.MARASELVA
En el 2005 construí un tercer diario telegráfico. El criterio de apuntar los ítemes por día resulta muy sencillo de llevar a término. Sin apenas dedicar demasiado esfuerzo se convierte en un poderoso instrumento auxiliar de la memoria personal. Permite precisar dos tipos de datos cruciales para una cosa: el día y el lugar. Antes de hacer las rectificaciones formales de un diario ya está llamando a las puertas el siguiente año para continuar con el próximo. El conjunto de todos los que pueda hacer, no sé si 5, 10, 15 o 20, no serán más que un solo libro de referencias para ubicar rápidamente donde estuve y que hice determinado día de determinado año. No tengo ninguna vergüenza en declarar que escribo este tipo de texto que sirve como plus de recuerdo, o más exactamente como comprobación del recuerdo.

Me sorprendo a mi mismo con mi pérdida de capacidad para recordar detalles que pasan por mi vida, no me refiero solo a los detalles secundarios, también a los principales. También me sorprendo que algunas de las cosas se me pasen por alto sin tener necesidad de consignarlas. En principio el diario telegráfico contiene o ha de contener lo que llena cada día, incluyendo algunas rutinas que considero significativas, tales como práctica sexual, comidas compartidas, visitas, elaboraciones o lecturas. Un ítem sigue siendo un enunciado de algo que no es explicado por él mismo. Algunos siguen pidiendo la interpretación que probablemente se encontrará en otra parte. Un ser humano es una cantera de ítemes. Su vida, por reglada, anodina y repetitiva que sea, no deja de producir ítemes diarios nunca exactamente iguales a los del día anterior y a los del día posterior aunque sus horarios no varíes y sus actividades sean las mismas ocupaciones.
Para mi caso las variables que he dejado entrar en mi vida han hecho más y más necesario un instrumento de este tipo. Sé de mucha gente que se acoge a hacerlo en épocas determinadas  del año tales como los periodos de vacaciones o viajes en los que su rutina habitual da paso a anécdotas y secuencias distintas. El diario de ítemes no es más que un diario de enunciados de actos. La interpretación, hay que repetirlo, queda para otro tipo de discurso. Un diario escueto como este menciona ítemes reiterativos y otros exclusivamente temporales. No es un documento definitivo para sacar conclusiones de ninguna clase. En todo caso hay que compararlo con los de otros años para deducir los factores recurrentes de mi perfil, las variables puntuales y, lo que es más importante, las ausencias o faltas de actos que pueden estar dentro del deseo pero no insertados en la realidad personal.

Los ítemes son fundamentalmente de hechos realizados pero también pueden estar incluidas decisiones o criterios tomados para producir actos pendientes.

Con la experiencia de tres años en su ejercicio empiezo a notar sus beneficios intelectuales y psicológicos. Me arrepiento en cierta manera de no haberlo empezado antes. Los 40 hubiera sido una mejor edad para empezarlo en lugar de esperar a hacerlo a partir de los 50. De hecho lo tomo como un instrumento recomendable para cualquier edad que necesite un sujeto compararse consigo mismo sin ninguna decoración literaria ni justificación argumentativa porque hace lo que hace y ha dejado de hacer lo que no ha hecho.
Un diario telegráfico no tiene género de adscripción. Es algo que está a caballo entre un bloc de notas y una agenda dietario. No puede dar lugar a un libro, ni siquiera es sugerente para hacer una lectura reconfortante. Al contrario, la repetición de ítemes puede desestimarla. No sé si puede servir a alguien más que a quien lo escribe para sí mismo o para su biógrafo, en el supuesto de que lo haya alguna vez. Cuando alguna vez he  mencionado su posibilidad o ha sido descrita su idea como hipótesis imaginaria, la de apuntar todo lo que se hace cada día, llevando pues la contabilidad de los hechos personales, había sido desde el escarnio. Ahora creo que si un adulto pudiera disponer de un diario telegráfico de toda su vida desde los primeros años de conciencia de sus actos, todas las disrupciones mentales que experimenta su conciencia sobre su propia biografía  podrían ser resueltas. Dicho de otra manera, sus posibilidades de autoengaño se reducirían enormemente. Un diario telegráfico enfrenta a su autor a hechos concretos, si no todos los que llenan el tiempo de los días, le gusten o no le gusten, teniendo que reconocerlos como suyos por haberlos descrito. Un hecho es el que es, guste o no guste a su actor.

Los memoriales y las autobiografías pueden valerse de ese instrumento de primera fuente como de ningún otro. Me he preguntado porque no se hace y porque llegué por mi mismo sin ninguna sugerencia de nadie a decidirlo hacerlo. Me temo que un diario telegráfico a diferencia de un diario descriptivo es que el primero es una representación casi en registro binario del individuo, es su verdad de grises. Mientras que el diario descriptivo puede mezclar deseos con hechos, hipótesis con demostraciones y hablar de futuros y pasados, el telegráfico habla del presente estricto, prácticamente de la instantaneidad. El diarista se enfrenta a lo que es, es decir a lo que no es, a lo que no ha hecho, a lo que no puede referir, a lo que no se presenta. La mayoría de días se llenan de curiosidades ordinarias. Hay una razón para no hacer un diario de este tipo: no enfrentarse al yo autentico. Temerlo en su condición ordinaria. He tratado de librarme de este miedo. En realidad no lo he considerado o no lo he percibido como si me afectara. El que teme padecer padece ya lo que teme,  nos dijo Montaigne. Un instrumento como el diario de detalles es facilitar el autoestudio de lo que se es en un mundo en el que se está dejando este como referencia difusa de fondo y colocando los actos personales como la primera actuación. El proverbial Séneca recomendó estudiar no para saber más sino para saberlo mejor. Junto a la Autoanalítica, a los Diarios Personales, a la Crónica del Self, a los Anecdotarios, a los Retratos en Vivo y a otras expresiones de las Crónicas en las que vengo escribiendo y abundando; los diarios telegráficos tal vez sean los más legítimos para evidenciar lo que soy en todo caso para exponer inequívocamente lo que he sido. El telegrama esencializa un dato olvidándose de toda estética para enmascararlo.

Cuando escribo acerca de mí, de lo que vivo y de lo que comparto, y en particular cuando me hago notas me veo repartido en distintas formas relacionales y creacionales. Estoy avisado por mi propia experiencia que la libertad personal se paga cara: con las durezas del aislamiento. Carme Diez de Ribera dijo, entre otras voces consideradas, que la soledad es el precio de la libertad. A pesar de eso mi década de los cincuenta, ésta, continua –diariamente- compartida. Soy un hombre feliz o suficientemente feliz con todo lo que necesito en cuanto a sentimentalidad cubierto, pero eternamente distanciado de los deseos sublimes de un mundo que nunca veré. El DT, siempre que evidentemente quien lo escriba no ponga mentiras en lugar de hechos, es un documento potencial de demostración de la misma categoría o semejante que las cartas personales sinceras.  Es el lugar que te permite acudir a un momento dado para saber lo que hiciste y donde estuviste. Baltasar Gracián dijo que saber y saberlo demostrar es valer dos veces. 

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