La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

El trilema del marido-padre-hijo

El trilema del marido-padre-hijo. JesRICART

Tener un hijo desde el planning es una premisa de racionalización. Habla a favor de sus padres al haber esperado tener la formación conveniente para concebirlo, la edad biológica suficiente para tenerlo y las condiciones materiales propicias. Todo ello, siendo fundamental, no significa que sea garantía suficiente para proporcionar todo lo necesario a la nueva criatura.

De todas las elecciones que se hacen en la vida la de la procreación es de las más cruciales. Poner uno o más hijos en el mundo es de una responsabilidad tremenda, en particular cuando los padres no pueden garantizar que este mundo no tienda a ser peor de lo que ya lo es. Las personas más conscientes son las que se plantean seriamente el hecho de los hijos desde el punto de vista planetario en lugar de hacerlo solo para su conveniencia familiar. Se ha estudiado el fenómeno de parejas de padres que fundan su paternidad-maternidad en tener un motivo para continuar junta como parejas, pero no el fenómeno de parejas que no desean tener hijos para no contribuir a la superpoblación planetaria y porque psicológicamente no tienen necesidad de tenerlos para sentirse completamente realizados con sus vidas y las elecciones que han hecho.

El mundo al que se traen los hijos empieza no ya con los conocidos y los contextos de parentesco sino con los propios padres. Para el neonato estos son y representan el mundo, aunque para ellos el que nace viene a ser la cosa más importante de aquel mundo en el que faltaba ese nuevo ser. Las razones por las cuales los humanos seguimos teniendo hijos una generación tras otra no son consensuadas ni unívocas. Se acepta la dinámica de tenerlos sin que se discuta el fenómeno. Se da por descontado la constante de la reproducción y el derecho de los padres a tenerlos, aunque sea por razones egoístas y sin una visión de futuro. Eso ha llevado a que zonas del planeta y países se hayan superpoblados excesivamente creando problemas de sociedad añadidos y que en otras al crecimiento poblacional disminuido se le quiera contrarrestar con incentivos económicos. Muchos padres de estreno tras un primer hijo no quieren continuar teniendo un segundo por todo lo que de limitaciones y gastos supone, aunque se separa que para el crecimiento psicológico de un pequeño sea mejor tener el referente en paralelo de al menos un hermano o una hermana.

Para la posición de quien contribuye a tener un hijo sumándose a la dinámica reproductiva de su generación así como a una tendencia tradicional (todavía hay quien cree que los hijos son enviados por el sublime) pronto y rápido se encuentra con los enfrentamientos sociales al traerlo. El símbolo tan apoyado de la maternidad choca con las formas industriales de los partos asistidos en los establecimientos hospitalarios. La pareja elige clínica pero una vez en ella le toca adaptarse al protocolo. Aún, actualmente, al parto natural en casa, como se hacía antes con ayuda de comadronas, optan pocas parejas. En el paritorio hospitalario hay una serie de incidencias que anuncian al neonato la clase de mundo al que llega. En las zonas ricas del planeta los partos se desarrollan por lo general sin incidencias severas que contar y el pronóstico de supervivencia es altísimo.

A partir del acontecimiento además del padre y de la madre volcados a su criatura todo un entorno se moviliza: amigos y parentela. Las nuevas parejas advertidas por las experiencias de otras en que las visitas asfixiaban a las madres primíparas y le quitaban ventilación a los críos, optan por llevar a veces los partos en secreto o comunicarlos tras ser efectuados. La pareja que ha podido tener una relación regular con otros componentes de la familia consanguínea, en cuanto entra en la perspectiva del parto, tal condición genera otros movimientos relacionales. Es lógico que se ponga un tanto a la defensiva para no sufrir el agobio externo. A menudo los visitantes de la, por lo general, buena nueva no advierten que con su masificación vienen a incordiar tanto al pequeño como a los papás, que les toca contar las vicisitudes del proceso un docenas de veces. Ese detalle los recaracteriza con lo que van a ser en la siguiente etapa de sus vidas: portavoces de los pequeños detalles de la criatura que han engendrado mientras ésta no pueda hablar.

Aunque la mentalidad progresista decide mucho los aspectos formales de la relación, ya desde el nuevo estado de preñez la pre configuración de los roles con respecto al nacimiento en perspectiva está trazada. Con el nacimiento, la dedicación de ambos padres es distinta. Aún con una nueva legislación laboral más adelantada que permite excedencias laborales paternas para dedicarse a su hijo, algo a lo que las parejas puede optar alternativamente en un primer hijo y luego en uno segundo , en la práctica siguen siendo más las mamás las que se pasan más tiempo con sus hijos que sus padres. También pueden coincidir razones laborales en cuanto a quien tiene trabajo y quien no, sin ignorar que determinados perfiles femeninos prefieren el trabajo en casa que fuera o sus vicisitudes en el mercado laboral los llevan a estar lejos del ejercicio de sus profesiones u oficios.

En lo fundamental el mundo es el mismo el día en que nace una nueva criatura –y a cada minuto nacen- que el día antes pero la perspectiva ante este mundo varia. El sentimiento de sobreprotección en particular los dos primeros años de crecimiento concretado sobre la criatura supera a cualquier otro sentimiento de entrega. El amor que se tiene por el hijo es cualitativamente diferente al que se tiene por el compañero o compañera. Siendo aquel posterior a este en cronología está llamado a tener una importancia y a ocupar un espacio psicológico que superará al que ocupar el partner. De hecho las parejas, con o sin hijos, no paran de separarse y la perspectiva de nuevas separaciones va a ir en aumento por la misma estructura disolutiva en la que descansa el organigrama de familia. La relación con el hijo, su lugar en la memoria cuando menos, puede ser de por vida, mientras que el recuerdo dejado por la ex compañera con la que se tuvo puede extinguirse casi por completo.

El hijo planificado es el que cuenta con las condiciones materiales, por tanto hogareñas y económicas, para darle su acceso a lo mejor o lo que así se considere. Al menos este es el esquema dentro de la sociedad capitalista culta y materialmente posibilista (nada a ver con el esquema de tener hijos para seguir con la saga familiar por razones supervivenciales económicas de otras latitudes con un capitalismo menos culto y menos posibilista). Su llegada al mundo viene precedida con una serie de significantes y roles previstos. Un hijo esperado es un hijo nominado antes de nacer y programado para un tipo de vida. No se le deja a la espontaneidad: se le asegura el alimento, se le habitúa a un tipo de horarios, se le organizan los tiempos y las dedicaciones, también se le influye en sus primeros contactos con el mundo exterior. Por lo general las familias clásicas proporciona(ba)n el contacto con otras personas distintas al padre y a la madre, los abuelos, los tíos, los amigos visitantes, otros niños que ven y tocan al muñequito como la nueva-figura estrella del espacio. En principio toda esa diversidad de elementos va a favor de la nueva personita que aunque está para lo que está: nutrirse y dormir, va absorbiendo todo lo que su percepción le da. Aunque no hable sí tiene ya primeras formas de demanda y ante todo lo que pasa en su entorno aunque no tenga una capacidad cognitiva para descifrar sí tiene un sistema perceptivo que lo va reteniendo. Se ha dicho de los bebés que pueden ver cosas que luego con más edad y con los efectos manipulativos de la educación dejan de ver.

El dueto padre-madre que traen un hijo al mundo adquieren la responsabilidad connatural a ese hecho de facilitarle todo lo necesario a esa criatura, no solo en lo material (calor y alimento) sino en lo psicológico (cariño y protección que pasa por el lenguaje y los sonidos con significado aunque las criaturas no puedan todavía descifrarlo). Cualquier decisión paterno-materna por elección activa o por desidia pasiva que incida determinando el déficit de su criatura va a ir en contra de su desarrollo. Podrá no acordarse en el futuro pero las marcas le quedarán en el inconsciente. Su momento cronológico en la llegada a una constelación personal le da los privilegios de la inocencia de los que ya carecen los adultos. Mientras el hijo es la consecuencia de la intervención de los padres estos preexisten sin la intervención de aquel. Obvio. La asimetría entre ambas partes empieza ahí, e realidad ha empezado antes desde el momento en que el hijo es concebido por el deseo unilateral de los padres que lo conciben sin proponérselo ni poderlo hacer. Otra obviedad. Para cuando la criatura deja los balbuceos y empieza a expresar sus deseos de una forma intencionalmente explícita las circunstancias de la vida ya la ha influido de muchas maneras diferentes: en el tipo de dieta, en el ambiente acústico, por el clima y por el entorno de personajes –y personalidades distintas- que lo envuelven con distintas clases de mimos y atenciones.

Es natural que los padres sean celosos de sus hijos aunque no tanto que sus propias ansiedades se las proyecten poniéndolos a salvo de experiencias y ámbitos por temor a que los perjudiquen . Es patológico cuando les privan de sus interacciones, de sus exploraciones, de sus juegos por temor a que se ensucien o prueben cosas de maneras exageradas. De los niños alcanforados surgen criaturas con problemas posteriormente. Para el padre-madre, un dueto a fin de cuentas, la intervención educativa en su hijo común se va decidiendo sobre la marcha. Lo ideal es tener criterios unánimes por lo que hace a cuestiones permisivas y cuestiones restrictivas. Pero es muy difícil que una pareja este completamente de acuerdo en todo y con todo en el modo de educar especialmente si se trata de un primer hijo y no hay una experiencia previa con otro. Lo que suele pasar es que proyectar sus propios recuerdos infantiles y lo que saben de otros padres a su criatura. Inevitablemente van a cometer errores porque la cultura les va a inducir a cometerlos. El mismo hecho de los bebé-diana para la voracidad comercial con estrategias publicistas de creación de culpa si no les compran tal o cual objeto es ya un indicador de una sociedad más interesada en el consumo que en la educación, más interesada en las bocas consumidoras que no en las mentes libres. Inconscientemente las parejas caen e ser representantes sociales (más exactamente, de la sociedad mercantilista) ante su hijo en la edad que éste depende totalmente de la contribución y dirección ajenas.

El niño interioriza el mundo al que ha llegado por los mensajes que recibe de los adultos, también por los no-mensajes o ausencias. A no ser de que los padres se responsabilicen mucho de cada detalle que conforma la situación en su exceso de protección pueden ocasionar privaciones infantiles que van a ser difíciles de subsanar. Por otra parte cuando los intereses y percepciones del padre y de la madre en relación a proyectos y tratos del neonato son muy distintos antes de que lo adviertan sus diferentes energías y percepciones de la vida van a estar incidiendo en la psique infantil.

Un panorama que se repite en parejas que tienen tratos conflictivos con la familia biológica de cada partner llevan a situaciones de control con respecto a quien dejar ver a la criatura y como pautar los regímenes de visitas. Desde el boom de nuevas familias o nuevos tipos de reproducción separándose de la familias clásicas de tipo trigeneracional, no son pocas las personas que han crecido pudiendo acceder a los abuelos materos o paternos por la facilitación unilateral de esos encuentros del padre o de la madre. Son conocidas y reconocidas las tensiones en las relaciones político-familiares que vienen, aunque sea indirectamente, en el cuadro de cada partner. A diferencia de otros tiempos en los que presentar al amigo o amiga (presumiblemente futuras relaciones de compromiso) a la familia era tanto como el equivalente a enseñar una relación seria, actualmente se puede tener una y varias relaciones íntimas sin tener esa necesidad. Una cancha de modernidad lleva a una prescindencia de determinados contactos y la dispersión de las familias consanguíneas llevan a economías de contactos tardíos. Los hijos de padres autoritarios o con relaciones turbulentos a su turno cuando les toca ser padres tienen reacciones de indisposición a facilitar las relaciones. Estas indisposiciones también pueden surgir por desavenencias entre los recién llegados a una familia y el resto de la familia, que es el grupo constituido, con sus hábitos, normas, tradiciones e incluso sublenguaje. Lo que cuesta más de entender es una reacción de distanciación con los padres no autoritarios cuando estos tienen la categoría de abuelidad. La cosa tiene visos de gravedad. En algunos casos se ha llevado como reclamación a la administración judicial fallando a favor de facilitar la relación de los nietos con sus abuelos a pesar de la indisposición de los padres.

En una sociedad de adultos en conflicto por multitud de razones complejas, pero tampoco tanto, por incompatibilidades simples también, los hay que anteponen sus egoísmos particulares y sus narcisismos de heridas inconsolables, a las necesidades objetivas de los neonatos. Desde el puto de vista de estos, desde el principio de sus andaduras existenciales, privarles del calor extra de los/las abuelas, su intervención, sus discursos y sus maneras diferentes de ver el mundo a parte de su mayor experiencia, es casi un acto criminal. En todo caso es un acto crimininalizable como un peri-delito de falta asistencial por motivaciones personales de orgullos. No se puede creer incondicionalmente el principio de que todos los padres quieren lo mejor para todos los hijos. Esa es una tesis de viejo cuño que innumerables actos de desatención para los hijos han invalidado. Hay padres que deliberadamente agreden a sus hijos y otros inconscientemente les privan de ventajas. Como que los niños pasan su primera infancia a una relativa velocidad y los padres pueden estar empantanados en sus problemas discursivos sin llegar a conclusiones practicas y eficaces, para cuando llegan ya es tarde. Desde el punto de vista del neonato, la privaticidad de su mundo controlado por sus padres es inaceptable. Esta privatización del hijo ante otros adultos del mundo, en particular los que le quieren y están dispuestos a recibirlo, es uno de los actos de control más perversos que existen. Comparados el adulto y el neonato este tiene el privilegio de la inocencia y en consecuencia de la razón aunque no sepa expresarla. Si pudiera hablar un neonato privado de experiencias por el capricho de sus padres les recriminaría hacerlo. De hecho, lo más probable es que se lo recrimine cuando tenga suficiente voz y voto para hacerlo.

Esa limitación unilateral de los recursos sin motivos consistentes u objetivos va en contra de todas las partes: del nacido en primer lugar, de los mismos recursos que se pueden alterar y de quien toma la posición prohibitiva aumentado su propia síndrome del controlador.

Puesto que la primera infancia es crucial todo lo que suceda, y lo que no suceda, va a ser determinante para la segunda infancia y desde esta para el resto de la vida. Para la pareja dividida sentimental y operativamente por lo que hace a facilitar o no a su hijo/a al contacto con los abuelos y el resto del arco familiar la responsabilidad de lo que decida o demore en decidir es enorme. Mientras escribo esto parece absolutamente surrealista que esa problemática pueda darse, sin embargo se da. Tradicionalmente la familia venia constituida por la presencialidad de facto de todo ese cuadro de personajes-personalidades próximas, también había la contigüidad residencial, todo resultaba fácil y espontáneamente fluido. Para otros tiempos posteriores con desarrollos relacionales donde el esquema familiar clásico no ha existido o existen, aunque no se haya aclarado exactamente porque, diferencias tensionales entre los adultos, antes de que nazca una criatura se puede sospechar que va a haber problemas de relación o dificultades en la relación porque sus padres se blindan ante otras propuestas de acercamiento y de cariño. Parece increíble que eso sucede pero sucede. Cuando hay razones limitantes externas porque uno o varios de los adultos viven a distancia en otros países o están privados de libertad o de movimiento, las dificultades para asumir el nuevo contacto con el neonato son más o menos justificables, cuando la única razón que las crea es la indisposición de una madre a un suegro o de un padre a una suegra, el tema es demasiado grave como para disculparlo.

Desde el punto de vista del padre primerizo que se doblega a la voluntad caprichosa o a la inmadurez de su pareja femenina porque detesta a su suegro o al padre de su compañero, la tesitura en la que se encuentra es la de una triple sentimentalidad: como padre quiere a su hijo, como marido o compañero quiere a su esposa, como hijo quiere, o supuestamente quiere, a sus padres. En ese tri-reparto por el momento biográfico de su hijo al que ha hecho nacer contrae una deuda ética, además de material-proteccionista, con el niño inaplazable. Todo lo que no le proporcione ira en contra del crecimiento de la criatura y en contra de la psique del propio padre. Como marido se debe a su compañera que es quien ha cargado la mayor parte en la fecundación y que asegura una relación más estrecha con el niño. Como hijo, por mucha que sea la indisposición que tenga a la generación anterior o a la de sus padres, reconocerá el valor como figuras historias para la memoria oral de estas en el crecimiento de su hijo. El proceso natural es el de facilitar el contacto hijo-abuelos. El no explicito a la solicitud de estos es una de las experiencias más graves que puede escuchar una persona a lo largo de su vida. Desde el punto de vista del padre que niega la relación de su hijo a su abuelo para complacer a la madre del pequeño, el desquicio sentimental es patente. Para salvarla estabilidad de una relación compromete seriamente el futuro de otro. Desde el punto de vista del abuelo/a, para no perjudicar esa relación de su hijo intervendrá lo mínimo en ella para no complicarla más pero si ha de decidir por quien apostar ¿por quién lo hará? La relación entre un abuelo y su hijo es, generalmente una relación adulta y consolidada, incluso a veces acabada en términos de discurso y de elaboración de experiencias comunes. El nacimiento de su nieto es un revival de cuando era padre y una segunda oportunidad, en cierta manera, de darle al nieto mejores experiencias de las que le pudo dar a su propio hijo. No podrá entender que este hijo prive al nieto y al abuelo, a ambos en una sola jugada, de sus experiencias reciprocas. El padre de la nueva criatura presionada por la demanda chantajista emocional de su pareja sacrificará inconscientemente el crecimiento del niño. Es difícil olvidar que el padre o la madre de un nieto impidieron la relación fluida con él. Pueden pasar décadas y generaciones pero eso no se olvida, especialmente cuando los motivos son de tipo revanchista o rencoroso y no por ningún motivo consistente o realmente serio.

Los dilemas del padre son: 1. ante el bebé que le debe apoyo, pluralidad de experiencias, calor múltiple y voces diversas 2.Ante su pareja psicológicamente inestable que antepone su egoísmo a las necesidades de la criatura y 3.Ante sus relaciones consanguíneas o una persona clave de ellas, como es el abuelo, que sabe que debe facilitar el contacto con la criatura.

Se expresan en estas formas: Si facilita la relación de su hijo con el abuelo verá crecer la tensión con su pareja con lo cual esto repercutirá en el ambiente doméstico y en el bienestar del pequeño. Si no la facilita su hijo crecerá con privaciones y a merced de una personalidad dominante, la de la madre, que habrá impuesto sus caprichos por encima de las necesidades de amor y diversidad de la criatura. Si impide la relación del abuelo este cuestionará su propia condición de paternidad con respecto a ese hijo dubitativo, con falta de decisión y de valor. Cuanto más tiempo tarde el padre (nexo fundamental entre abuelo y nieto) en resolver el cuadro aún a costa de imponer una situación de derecho natural a la madre herida y resentida más perjudicará a todas las partes.

Por extraño que pueda parecer hay madres que no quieren lo mejor para sus hijos si no lo mejor para ellas. El caso de privar a sus criaturas de un colchón de aceptación de otras relaciones lo prueba. Anteponen sus desarreglos mentales y su labilidad sentimental a las necesidades objetivas evidentes del crecimiento de una criatura. Por compleja que sea una constelación con varias figuras humanas, en la balanza de la justicia por quien hay que apostar es por la criatura recién nacida, doblegando las voluntades y caprichos de los padres o de mamás histéricas. Entretanto la criatura ante todo eso, desde la percepción energética ya prueba la ensalada del mundo a la que ha sido obligada a nacer. Los problemas no le vienen de una externalidad lejana porque haya guerras, enfermedades o hambrunas, sino de su propio ámbito doméstico en el que en sus primeros meses de vida sus padres tienen dudas tan impensables como si han de facilitar o no una relación regularizada con abuelos/as y otras personas de su ámbito relacionado.

Hay que decir que ninguna familia ramificada por su propia estructura psicopatógena es el paraíso terrenal pero esto también incluye la familia nuclear. Los padres eligen tener un hijo y como queda dicho esto habla a favor de su racionalización pero ni lo eligen en su destino ni este los eligió a ellos. Son únicamente el canal para su existencialidad como tan bien recordó Khalil Gibrán. El padre que olvida que solo ha sido eso, un canal para dar una vida y nada le autoriza a ser el controlador de esta vida, olvida lo esencial que no le permitirá establecer una relación de libertad y a su debido momento, de igual a igual, con su vástago.


Fobia social y la falacia de la integración1. CdV 2009oct23

El otro como gran enigma, ese abigarrado mundo de los demás con zancadillas, trampas, minas anti persona, accidentes, enfermedades, trepas, traidores, castradores, represores, mentirosos, enfermos lo menos que produce es espanto. Toca poner cara de póquer y andar por la calle como si nada de eso sucediera para entenderla como un espacio de relajación y concordia. El equilibrio no es tan seguro como para que el asaltante, no necesariamente el carterista o el caco en la esquina oscurecida, no ataque de un modo u otro. Hay motivos sobrados para andarse con ojo. El slogan mas popular, el de no te fíes de nadie, forma parte de todos los grandes consejos. El problema del consejero es que se descarta automáticamente como aliado en el que depositarle la confianza en el mismo momento en que te lo da y por otra parte cierra todas las oportunidades de relación con ese mundo más extenso y rico que la suma de todas sus fatalidades y maldades hace pensar.

La fobia social está muy conectada a la agorafobia. Hay una conexión entre la indisposición al contacto plural con desconocidos y conocidos en ámbitos colectivos y la presuposición de riesgos al al alejarse de los referentes urbanísticos conocidos o al atravesar espacios abiertos.

Obviamente, la indisposición al contacto con el otro, en particular al otro desconocido, experimentando un temor incontenible cuando no un pánico abierto, es un limitante de orden mayor para el contacto humano, para realizar trabajos de cara al público y para avanzar en experiencias interactivas de sentimentalidad y de intimidad. Se trata de un miedo impreciso que mueve a la indecisión y al no sostenimiento de una conducta sólida ni siquiera a la aplicación de las conclusiones mínimas que se hayan tomado. Eso lleva a una inserción en un circulo cerrado que la inseguridad personal por temor al otro se le añade más inseguridad por temor a llevar lo término lo que se haya pactado con uno mismo. La fobia a los demás, el temor a los interactos que el contacto humano depare, no es un problema tanto del exterior como del interior. Eludir el paseo por una zona de peligro porque su alto índice de criminalidad o de siniestralidad no tiene nada de fóbico, en cambio hacer en una zona de no peligro porque su panorámica es interpretada desde la fantasmagoría y del miedo subjetivo sí es fóbico.

La alternativa a la fobia social no precisamente es la filia social (adhesión incondicional a la sociedad en todas sus versiones). La propuesta integracionista a todo lo que ofrece la sociedad es falaz si no se separan las causas de indisposición a los espacios colectivos separándolas en sus distintos registros. No todo del mundo ajeno (de todos los submundos en los que los distintos grupos sociales convergen y se mueven en una alta heterogeneidad, tal, que va mucho más allá de la división de las grandes clases sociales) es aceptable ni todas las experiencias que proporcione el contacto van a ser útiles ni necesarias. La vida es una travesía que pasa por las elecciones y en consecuencia por una selección planificada. Toda selección tiene la contracara del rechazo. Elegir algo lleva implícita no elegir lo que no está contenido en la elección, al menos de momento.

El origen de la fobia al contacto puede quedar establecida desde episodios de profunda inhibición por temor al rechazo. Puede suceder en periodos de cambios hormonales en algún momento de la niñez o en el cambio fisiológico a la pubertad. Los equívocos recibidos sobre lo que significa el mundo de los demás genera blindajes y parapetos si el otro por conocer es presentado como una fuente de peligros o si se ha recibido como tal. Los peligros no tienen porque ser físicos. La herida emocional es una experiencia desagradable suficiente como para no tener deseos de verse envuelto en situaciones parecidas de las que salir emocionalmente damnificado.

Lo colectivo es por evidencia natural una realidad plural y multiaspectada. La calle es el primer ambiente tras la casa en el que multiplicar sin cesar los estímulos externos. Si el ambiente doméstico ya es un universo inmenso para el neonato que ha tenido que abandonar el confort del claustro dentro del cuerpo materno, el salto del hogar a la calle es otra escalada en la amplitud de esa universalización. La vida física, desde el primer momento, pasa por un sumatorio de estímulos dados por las muchas variables que se va encontrando el sujeto. Esto no deja de darse nunca mientras viva. Sin embargo, a partir de cierto momento de su vida, gestiona lo qué quiere vivir y lo que no quiere vivir; criba, pues, lo que le interesa del conjunto de cosas ofrecidas por los demás. En términos no clínicos la fobia también existe a un nivel de indisposición razonable. Estar de acuerdo con todos los ámbitos, actitudes y personas que sería o es lo propio del don de gentes encubre con tal capacidad de adaptación una falta de criterio de diferenciación con los demás.

Toda vida animal se distingue por conductas de aproximación y conductas de evitación. La tesis se puede extender a las especies vegetales ya que cada hábitat tiene propiedades para cada planta. Cuando el medio por salinidad o por contaminantes no es el apropiado la planta no se reproduce o se extingue. El ser humano remite a leyes naturales inherentes al planeta. La sociedad le obliga a vivir en condiciones cada vez más insoportables sometiéndole a ambientes duros y contaminantes, tanto química como ideológicamente. No es extraño que las reacciones de protesta por la vía de la locura o de la disfunción mental crezcan. La fobia al contacto con los demás tiene una larga trayectoria de escenas que, objetivamente, podrán justificarla. Cuando una persona, desde niña incluso, muestra reacciones esquivas a la intervención de otros, posiblemente ya tiene interiorizadas experiencias desagradables por contactos anteriores.

El planteamiento de cura no es aceptar todo lo ajeno, el mundo tal como viene sin tener recursos adaptativos a cada situación sin sufrir por el acoplamiento. Tomar relajantes para soportar los estímulos aversivos (ruidos, multitudes) no son curativos pero sí pueden disfrazar el síntoma, lo mismo que un analgésico elimina el dolor pero no la causa que lo ha generado. La alternativa no es la incondicionalidad al entorno sino una reconexión desde una posición critica, madurada con el entendimiento analítico de lo que sucedió para padecer eso. Los procesos de ansiedad temen las cosas por suceder en función de experiencias desagradables de otras anteriores que tienen la resonancia de estas.

En principio, la cura pasa por el esfuerzo de reconexión social desde la independencia personal. No es posible sin entender el mecanismo que produce malestar e inseguridad. Las pautas técnicas de exposición a nuevas formas de relacionabilidad irán dejando atrás los episodios de tensión producidos por una clase de contactos parecidos.

La salud mental no es un concepto que viene dado. Es un proyecto activo, tanto más exigente cuanto más problemática y peligrosa es la sociedad en la que se vive. Así como Krysztof Wodiczko dice desde el campo del arte plástico “la paz no es un concepto pacífico” la idea de salud mental no es un concepto equilibrado, construirla y mantenerla no deja de pasar por la lucha, el enfrentamiento, la reclamación de los derechos individuales del yo y el salto cualitativo de la marginalidad a la marginación, del sujeto excluido y autoexcluyente al sujeto selector y exclusivo.

1http://psicodharmanews.zoomblog.com/archivo/2009/10/26/fobia-social-e-Integracion.html

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