La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

sábado, 27 de noviembre de 2010

¿Es posible la rehabilitación de un asesino?


¿Es posible la rehabilitación de un/los asesino/s?JesRICART

Dentro del vasto campo de la criminalidad la figura del asesino es particularmente destructiva por la característica de la irreparabilidad de su crimen (los muertos no son resucitados) por mucho que cumpla una cadena -incluso perpetua- o, en el caso de otros países, por mucho que se le ejecute. Las culturas que se estiman a sí mismas como avanzadas, han optado por excluir la pena de muerte dentro de las recetas de castigo y las que todavía no lo han hecho no han demostrado estadísticamente que tal pena sea tan disuasoria como para que no haya asesinos o se reduzcan en número. La triste certeza es que estos existen y todo indica que seguirán existiendo. La sociedad de la violencia es propiciatoria para ello, en cuanto  criminógena y los individuos caracterialmente más débiles o psicológicamente más inestables incapaces de razonar situaciones  son propensos a protagonizar actos físicos destructivos. A parte de este grupo, está el grupo de asesinos profesionales que cobran por matar o lo hacen por un ideario político sin que tengan ninguna conexión personal con sus víctimas.

Aunque se trate de distintas categorías, los asesinos son tipos a neutralizar para que no repitan su disposición a matar, matando a otros. Esa neutralización se concreta en encierros penitenciarios de largo plazo (que se están extremando al cumplimiento de condenas en su totalidad sin opción a reducciones) pero no en rehabilitaciones psico-sociales para reintegrar a esos humanos a la sociedad sin el fantasma de su peligrosidad.

El tiempo penitenciario de un recluso es una carga considerable para el sistema (habría que calcular lo que paga cada contribuyente por la vía de los impuestos para el mantenimiento de las penitenciarías y sus huéspedes, además del porcentaje para todo el mantenimiento de toda la judicatura y los cuerpos represivos) sin ninguna garantía de rehabilitación. Al contrario, hay reclusos que toman sus estancias penales como sus universidades especializadas, puestas por el estado ,para aprender más del mundo del crimen.

El problema de la cultura humanista que respeta la vida del reo por encima de todo y por horrendos que hayan sido sus crímenes es que no respeta a la sociedad herida por aquél. Está pendiente reconsiderar las opciones de un reo para reparar de facto los daños ocasionados a la sociedad como condición sine qua non y demostrativa de su rehabilitación. Ese enfoque cambiaría el propio sentido de la pena cuestionando las estanqueidad del código penal.

El asesino confeso y demostrado que matara por un trastorno transitorio de enajenación o por una estructura de carácter agresivo o por una discusión violenta con resultado de muerte no planeada (cada una de estas tres posibilidades ya proporciona tipologías diferentes) no solo debería estar emplazado a solicitar perdón por lo que hiciera sino a trabajar en el mismo campo donde lo hiciera como condición para la rehabilitación. Apartarlo de las consecuencias de su crimen aun implicado responsablemente en otras actividades dentro de la penitenciaría no es suficiente.

Como que dentro de la esfera de los asesinos concurre una heterogeneidad tal que impide valorar que estén hechos todos por el mismo patrón, hay una gran diferencia entre aquellos que estén dispuestos a la reparación (pagando a los afectados y a la sociedad de manera energética y colaboradora por el daño ocasionado) a aquellos otros que no lo están. Ha habido conocidos y documentados asesinos en la historia que han desarrollado otras habilidades creativas y que no se han ni siquiera avergonzado por su itinerario de actividades al servicio del mal. Tipos como Aribert Heim, el carnicero de Mauthausen. (médico de las SS, uno de los nazis más odiados del planeta que escondió en Egipto tras la guerra donde supuestamente murió sin tener que dar cuenta nunca ante la justicia por sus crímenes) hacen pensar que se puede vivir tras el crimen cambiando de aspecto y de identidad sin que el sentimiento de culpa impida vivir la vida hasta el final con una cierta tranquilidad. Los recursos psicológicos del criminal para sobreponerse (en el supuesto de que le abatiera) a su crimen incluso para olvidarlo todavía no son del todo conocidos. Posiblemente, el origen remoto del asesinato humano remita al principio de prevalencia del más fuerte. Según esa idea el asesino moderno no sería más que un vestigio de peleas a muerto de los ancestros que todo  aquel que estuviera fuera del clan era considerado como enemigo. El darwinismo social[1] está lejos de demostrar la evolución humana aunque sí demuestra la prevalencia del más fuerte. Si el chip del asesino es prevalecer por encima de su víctima y no tiene la menor sensibilidad para sentimentalizar la consecuencia de su daño su pronóstico de rehabilitación es escaso por no decir nulo.
Hasta que no haya  un plan de reparaciones a gran escala en distintos o todos los centros penitenciarios no se podrá hablar de rehabilitación. Por el momento las cárceles se han convertido en almacenes humanos de neutralización pero no de cura y en la industrialización de la pena estandarizada que no para de crecer a juzgar por el aumento de la población reclusa.
Teóricamente y con un plan adecuado, elaborado y supervisado con un enfoque psicoterapéutico que `priorizara la reparación al castigo mismo, un asesino podría aprender a gestionar sus emociones y a racionalizar sus procesos mentales. Es una hipótesis. Simplemente recluirlo no hace más que asegurar posponer su potencialidad criminal.
Un proyecto de ley bajo el parámetro de la reparación activa del reo para con el entorno de su víctima directa o para entornos parecidos de las victimas de otros, probablemente encontrará una resistencia en la misma sociedad. Sin embargo tratar con los asesinos convictos reformularía el tema a escala social desfantasmatizando el tema del mal como algo escondido tras unos muros, lo cual nunca es cierto del todo porque el mal pervive y se engendra en los mismos valores (y/o antivalores) del sistema. El concepto de reparación del asesino podría traducirse –según cada caso concreto- en la dedicación del resto de su biografía dedicada fundamentalmente a esa reparación y no solamente a una temporada testimonial. Eso habría que juzgarlo para cada situación con revaloraciones del caso para evaluar con baremos objetivos si la estructura vigilante pudiera aceptar devolver al reo a la sociedad con todos sus derechos legales restituidos.  



[1] (que tuvo por ideólogo a Herbert Spencer y que explicaría personajes consecuentes a su ley de prevalencia en magantes como John D Rokefeller)

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