La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Percepción y Sentimentalidad

Percepción y sentimentalidad.JesRICART

Si lo percibido es lo que pasa por los sentidos que lo perciben, la sentimentalidad no debe andar muy lejos de ese mecanismo. ¿Pero son lo mismo los sentidos que los sentimientos? No, claro que no. El sentido forma parte del equipo mediacional entre el individuo y la cosa que le llega, no siendo algo que se ubique en un interregno entre ambas realidades, sino que es algo que forma parte de aquél. Sin sentidos no habría forma de experimentar el valor de una cosa en sí, no es que ésta dejara de existir sino que no habría modo de apreciarla. Parte de las propiedades de un objeto percibido (sabor, olor, textura, tamaño,…) están en ese mecanismo del percibiente. Con que ya es sobradamente puesto en evidencia la subjetividad del percibiente de la cosa percibida, las propiedades de esta están incluidas en un umbral de variabilidad no estricto. Ese proceso es distinto pero no ajeno a la sentimentalización. Es distinto, a pesar de utilizar el mismo verbo (sentir) para referirnos a lo percibido que a lo emocionalizado y no es ajeno porque los perceptos reunidos de cosas y gentes están en la base de los sentimientos que se tienen por ellas.

John Dalton (1766-1844) concienció y estudió su propia acromatopsia para la que no hay una cura definitiva. Un tricrómata normal (con las mezclas operacionales apropiadas entre el rojo el verde y el azul) tiende a creer que todos los ojos ven los colores de la misma manera, el daltónico tiene que hacer operaciones compensatorias. (confundir el rojo con el verde o al revés puede ser fatal en un cruce de semáforos.). La variaciones de las condiciones de sujeto (las cataratas que opacan el cristalino) o el glaucoma, expresan fisuras entre el percibiente y lo percibido. Se habla de anomalías cuando ante una mayoría de percibientes (la normotendencialidad) una proporción asintótica o menor lo percibido lo es de manera diferente pero con un tipo de deferencia sistemática y regular. (La deuteranomalía, la protonomalía o la tritanomalía son tricomatrismos anómalos por requerir proporciones excesivas de color para conseguir unos mismos resultados visuales). Cada sentido que tiene sus propias disfunciones emplaza al sujeto deficitario a hacer inferencias compensatorias. Lo que no da un sentido por limitado o nulo lo da otro a veces incluso con más precisión.

La sentimentalidad es lo que se genera a partir de un complejo parámetro estimular de afectos (y/o desafectos) pero que también está determinada por conceptos interiorizados a priori por el sujeto sentimental. Así como el resultado de un estimulo percibido es una sensación dada la formación del sentimiento viene dada por la estimación del otro o de lo otro en sus conductas. Para una sensación basta un sentido impresionado por un estímulo, para un sentimiento hay una cascada de sensaciones y de emociones. Su inespecificidad lo convierte en algo difícil de definir y mucho mas de calcular y, con todo, se sigue insistiendo en grandes categorías que clasifican los distintos tipos de sentimientos (amor-odio, ternura-aridez, pasión-indiferencia,…). Cada predicado sentimental en el campo de la semántica tiene exactamente el mismo valor que otro (lo mismo sucede con todos los demás predicados del tipo S se dedica a O) y en cambio cada uno tiene un valor exactamente distinto según quien los refiere y a quienes o a que se refiera.

De cada instancia, parámetro u objeto percibido hay sensaciones distintas (en cantidad y en intensidad) también dentro de comportamientos normóticos. De cada gesto conductual, mensaje, situación (que no dejan de ser objetos o conglomerados de objetos que se perciben) se disparan reacciones sentimentales diferentes. Una presentación documental o una historia cinematográfica consigue llevar al espectador a un grado de sensibilidad tal que las mismas cosas que le llegan por ese medio (un producto diferido) no le afectan tanto en su exploración directa in situ de aquello. El distinto potencial de reactividad en el mismo sujeto para un mismo tema según sea presentado es un indicador escandaloso de que la persona –ese sujeto- no es tan estable ni segura consigo misma (con sus mecanismos mentales y sensoriales) en el momento de analizar y reaccionar las informaciones que le llegan de afuera.

El mismo concepto del afuera (todo lo que esta fuera del yo) tiene su objeción. Lo qué sentimentaliza ¿dónde está? ¿En la mirada inocente de un bebé desvalido que va a morir o en la poética de un compañero de foro o en lo que uno ya tiene interiorizado como predisponente? Es la misma pregunta que nos hacemos en relación a los atributos de un objeto: el sabor o el tacto no están en él, tampoco la mirada ni su estética, todo eso está fuera del objeto mismo pero es enumerado erróneamente como parte de sus atributos. Lo que lleva a querer algo o a alguien análogamente puede estar más del lado de quien lo necesita que del lado del objeto(o persona) deseado. Lo deseado tampoco es siempre lo sentido. Alberto Moravia refiere (en El tedio) objetos inasequibles a los sentidos. Todos los objetos imaginarios estarían dentro de este grupo pero parte de los objetos de la realidad también, todos aquellos que o bien han quedado lejos de la biografía (podría suponer pero no sentir lo que es bañarse en el mar Muerto debido a su densidad de sal o el espectáculo de una aurora boreal si nunca he tenido oportunidad de experimentar y experimentarme en ambas situaciones) o bien no son de acceso por la propia deficiencia sensorial. Esa deficiencia no queda tan solo fuera de la normofisiología. Lo que uno alcanza a percibir en sus menores detalles para otro percibiente no queda más que en una figura genérica y difusa. Se puede tener el mas perfecto de los sistemas perceptivos (máxima visión y audición, máxima autosomastesia, máximo olfato,…) y sin embargo carecer de atención y disminuir por tanto el poder de conexión con los elementos de lo percibido. Lo que pasa sensorialmente también pasa sentimentalmente en este aspecto. Hay (sub)sensibilidades renuentes a lo que sucede y no se dan cuenta de las cosas: ni de la demanda de los otros (ni siquiera de su presencia) ni de las sonatas de otoño en los bosques por si alguna vez van ahí de paseo.

Hay una explicación a eso: el embotamiento sensorial como consecuencia de la saturación de ínputs. El ser humano urbanizado moderno está sometido a tal cantidad de sobrestimulaciones que su autodefensa psíquica pasa por un desinterés creciente de sus entornos más cercanos. En los espacios comunitarios donde los parroquianos se reúnen para compartir el mismo ruido verbal y respirar el mismo aire, raramente, a no ser que haya una cita o convocatoria para conocerse, se constituyen en observantes. En un estudio de campo basta preguntar a la salida de un bar, de un local de ocio (donde se supone que la gente va a relacionarse), de una sala de espera, de una plaza o parque,…que relate detalles de lo que hay o ha visto en su interior para demostrar lo poco que la gente se fija en la gente, mucho menos en sus tentativas de comunicación entre desconocidos. Hay una explicación para esto por la cultura condicionante, basada, en el fondo, en el temor al otro. Aunque se tengan pues oídos, ojos, tacto, paladar, gusto, el modo de meter al mundo a través de todo ello es de manera diferente. Son conocidos los trucos con los que engañar los sentidos produciendo sensaciones diferentes de lo que realmente hay hasta el punto que se les puede engañar a todos: las dobles figuras metidas en una sola, el paso de la mano del agua caliente a la fría y viceversa, sonidos de objetos que parecen voces humanas y al revés, texturas que dan información de cosas que no son y sabores que se confunden (con los blind-test). Eso que le pasa a las sensaciones ante estímulos equívocos también le pasa a la sentimentalidad como sensibilidad que se presta a la confusión ante unos mismos inputs. Basta un tono de voz algo diferente o un tipo de rictus variados para que el percibiente pregunte qué pase aunque el otro diga la misma consabida y rutinaria frase. Esa frase (objeto estimulario) tiene un valor ambivalente según las sutilezas con las que viene dicha, dada o escrito. El arco de variabilidad que presenta los estímulos físicos (e imaginarios) a juzgar por la varianza que se da en el repertorio de las sensaciones también pasa con los aspectos sentimentales. El sujeto sensibilizado por una mirada, seducido por una palabra, activado por una situación hasta el punto de desencadenar una sentimentalización puede dejar indiferente al de al lado. Esa diversidad de respuestas ante unas mismas situaciones lleva a reconsiderar las situaciones poniendo en duda su valor único. En la historia de la psicología los intentos por medir sensaciones han avanzado más que en la de la literatura para medir sentimientos. De todos modos, cada una de las categorías establecidas, sea en un campo y en otro, no son inequívocas. Tomemos el dolor (el físico) como una experiencia que cada individuo refiere a su manera. El dolor tiene distintas resistencias subjetivas: el mismo tajo epidérmico, el golpe en la cara o la caída se recibe de manera diferente. Este mismo tipo de hechos en cambio pasan a ser medibles si se establecen entre dos objetos no animales. La incisión producida por un instrumento cortado sobre otro que es cortado, tratándose de dos clases de materiales diferentes pero siempre los mismos en las mismas condiciones permitir observar unas mismas resultantes. Lo mismo se puede decir de los golpes con una misma fuerza por un objeto golpeante contra otro siempre que se trate de materiales inorgánicos y la misma clase. Cuando es el ser animal el que recibe ese golpe o ese corte aunque el resultado físico sea el mismo (hemorragia de sangre, hematomas etc) el relato subjetivo va a ser diferente. ¿qué es lo que ha cambiado? Dos objetos inertes (una fresadora horadando una pieza de matricería) ni hablan entre ellos ni hablan al operario que está manipulando esa máquina. Un objeto inerte que se cruza en el camino de un ser humano (en forma de pedrada, de bala, de porrazo,…) que sobrevive sí puede contar lo sucedido. El investigador del suceso le preguntará a este aunque no renunciará a sacar información del objeto agresivo.

La diferencia en el impacto entre dos objetos inertes es más medible (cuantificable) que la que hay entre un objeto inerte y un sujeto (al que ya venimos tratando de objeto, aunque sea animado). De los aconteceres en este segundo grupo, la medición de sensaciones se mueve en umbrales de tolerancia de distintas magnitudes.

La complicación en el autoconocimiento de lo sentimental se dispara enormemente cuando el sujeto es el primero que se confunde a sí mismo sobre lo que siente y de paso confunde a los de su entorno. Puede autoconcienciar y reconocer hasta donde alcanza su conocimiento y por donde ha pasado su biografía pero la auto información con exactitud de su sentimentalidad es difícil, mucho más cuando la volubilidad le lleva a experimentar sentimientos contradictorios con y en unas mismas situaciones, y con unas mismas personas. La historia de la ciencia pasa por la técnica de las mediciones y se tenderá a avanzar cada vez en el conocimiento humano por el lado de sus respuestas sentimentales pero es cosa de la ciencia ficción por el momento un aparato sentimentalómetro con el que saber de qué va realmente cada quien haciendo sus declaraciones románticas y poéticas. Ernest O . Lawrence, (responsable de la invención del ciclotrón en 1930), incansable promotor de nuevas y más potentes máquinas para desentrañar los misteriores de la materia, hace pensar que el ser humano como parte objetualizada dentro del universo de los objetos de la materia tambien será cada vez mas descubierto en todo, incluido en lo que más celosamente guarda como secreto incomunicable. Por ahora, el comportamiento sentimental se puede inferir en sus trazos principales aunque no medible con exactitud, pero eso no es tanto porque una persona no pueda ser escrutada hasta el último rincón de su inconsciente sibno porque la cultura es la gran aliada de la mentira y la superficialidad y los protocolos de deferencia pasan por seguir sus reglas de juego. Eso nos lleva a que lo que sentimos y lo que percibimos nunca es totalmente espontaneo, ya que las mentes y los sistemas nerviosos condicionados por inputs anteriores llevan a preparar las condiciones para la recepción o para el rechazo de los estimulos según van discurriendo (desde las formas ovaladas al tipo de formato de las grafías, desde los colores a los nombres,..). Detrás de cada reacción de sujeto hay una explicación aunque el propio sujeto no pueda darla o no se atreva a hacerlo.

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