La poesía no puede ser explicada, de serlo termina en el campo del ensayo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cuando la máquina descubrió al hombre.

Rastreo de Contenidos. Cuando la máquina descubrió al hombre. JesRICART

El volumen de conocimientos crecía a una velocidad tal que se hacían necesarios programas cada vez más potentes y hardware de mayor capacidad para almacenarlo todo. Llegado el momento en que las poderosas cúpulas dirigentes reconocieron que en el mundo se producían por minuto más datos que la capacidad humana de control directo, a través de lo que las castas de especialistas eran capaces de verificar, se empezó a optar por un sistema de rastreo de contenidos universales, incansable e ilimitado. Se trataba de un ordenador gigantesco que se dedicaba las 24 horas del día, todos los días incansablemente, a rastrear toda la red informática mundial, una especie de gran espía que censaba todo lo publicado on line, lo reordenaba con distintos patrones criteriales, lo sintetizaba y resumía, lo revaloraba y lo reproponía. Ese gran ojo debía servir en principio para que a los estados no se les escapara ninguna de las novedades existentes, para que la sociedad no estuviera por encima de los poderes regentes, para que las alternativas disidentes (en otros tiempos llamadas peligros rojos) no se levantaran con soluciones y con fuerza para derrocar el sistema establecido.

En otras épocas, los estados neutralizaban a la inteligencia sometiendo a las masas a programas de descerebramiento continuo, a alienaciones deportivas y a entretenimientos para embrutecerlas. Eso había tenido sus fallas de diseño porque siempre hubo quien eludió los circos donde quedar pasmado y dedicó su vida a pensar y tomar conciencia global. Pero una vez detectado el disidente era fácilmente silenciado o eliminado. Los estados superdemocráticos ya no acudían a esa antigua escuela represiva optando por concentrar el máximo de información y antes que nadie de sus anticapitalistas. El poder ya no estaba en la punta del fusil sino en la posesión informativa. Quien tenía más datos derrotaba a quien tenía menos, o ese era el lema para esa nueva era.

Esa máquina de rastreo visitaba por día miles de sites: desde los más afamados de los grandes periódicos a las novedades editoriales a los simples artículos y notas de bitácoras personales. Estaba organizada de acuerdo a distintas pautas: desde buscar en tiempo real un conjunto de keywords especificas que se estuvieran insertando (también colores o tipo de fotos) a hacer síntesis de textos ordenándolos por temáticas y por innovacionistas. Al poco tiempo de poner en marcha el ordenador con su programa de rastreo, el más ambicioso hasta esa fecha, la máquina ya sabía más que nadie, más que ningun individuo o ser vivo, más que ningun sabio, en todo el planeta. Como que el programa incluía un mecanismo de autoaprendizaje y autocorrección la probabilidad de superar en velocidad y en cantidad, los imputs producidos por el cerebro humano era muy alta.

Eso ya lo había previsto la ciencia ficción desde años atrás. Un día u otro la inteligencia artificial superaría a la humana no solo porque su forma de ser aplicada seria siguiendo los protocolos metodológicos correctos de análisis sino porque no estaría interferida por los caos emocionales, las distorsiones perceptivas y los desalientos o excesos triunfales tan propios de la caracterología humana. Se trataba de una máquina y una máquina no se anda con chiquitas. Una máquina tiene las desventajas de la flexibilidad en un momento dado y la ventaja de no caer en las oscilaciones tan prototípicas del ser humano.

Sucedió que en el programario del superordenador estaban articulados parámetros como honestidad, fiabilidad científica, coeciente de inteligencia y otros, para la detección y evaluación de los textos más relevantes (por áreas de la investigación y de la reflexión) alojados en el complejo mundo internáutico. Para sorpresa de todo el equipo encargado del proyecto Magnum (llamaron así a la super rastreadora) la máquina empezó a dar en una proporción estadísticamente significativa nombres de autores y de títulos que no aparecían en las secciones de opinión ni en las plataformas de edición más prestigiosas. Todo un esferoide de francotiradores absolutamente invisible, con escasas visitas, fuera de todo eco mediático, empezó a emerger como las propuestas más inteligentes y lúcidas, como los documentos mejor preparados, como las iniciativas más firmes, como las alternativas mejor pensadas. La ratio entre este tipo de referencias de un “imperio de desconocidos” -que así empezaron a llamar a esa saga de nuevos autores- y .la de las selecciones de los textos, títulos y nombres más destacadas de la cultura empezó a arrojar proporciones a favor de aquellos. El periodismo denominó a ese inesperado fenómeno: la sabiduría de las cloacas. De los sitios más inexplicables y de manos autoras que no tendrían y no podrían conformar aquello surgían las más brillantes literaturas. Magnum lo sentenciaba con toda rotundidad analizando pagina por pagana, frase por frase, idea por idea, cada construcción expresiva demostrando sin ningun lugar a dudas el gran valor intelectual que la sociedad sistemáticamente se perdía por no aceptarlo por falta de padrinazgos o por no reconocerlo por sus nombres. Fue Magnum y no la institución que subvencionaba a su equipo de manejo lo que (¿no debería referirse como “quien”?) demostró la verdad de una tesis conocida: no hay una sola realidad sino varias que coexisten como planos paralelos con fugas efímeras de unos a otros. No, no se trataba de la 4ta dimensión ni de los campos de antimateria, era mucho más sencillo que eso: la llamada Realidad (en mayúscula y en singular), es decir sus intérpretes dominantes, había acostumbrado a todos los seres inteligentes vivos a reconocerla como única e incambiable o al menos a hacerlo por la vía revolucionaria. La gente nacía, crecía, respiraba, hacia sus biografías y moría creyendo que esa realidad nunca podría ser cambiada. Era como si se naciera y se pasara la vida en una butaca de platea de un cine. Siempre hubo otras posiciones diciendo que la realidad no es más que un semblante y que hay varias realidades en paralelo bastando creérselas para habitarlas. Como que la mayoría no se atrevía a vivirlas la que seguía predominado era la que se trataba en singular. Sin embargo otra mucha gente vivía en el mundo sin creérselo, participaba de la sociedad sin creerla como definitiva, seguía las noticias sin tomarlas por lo más importante y vivía a su manera, con ideas. Tenía otras formas de existir: otras dietéticas, otra manera de concebir ideas, otras formas de relacionarse y otras literaturas. Magnum descubrió que la realidad oficial por llamarla de alguna manera se auto producía a si misma dándole la espaldas a las otras realidades existentes, ante las que no se detenía a reconocer. Eso no era el resultado de unos poderes ocultos dispuestos a todo con tal de silenciar a esas otras realidades, sino que la mayoría de habitantes por sus costumbres, sus miedos y sus obediencias descartaban que algo distinto a lo que vivían pudiera existir. ,

Cuantos más días llevaba trabajando Magnum más nombres había en las listas de genios, artistas, autores y de felicidad totalmente ninguneadas por los discursos oficiales. El equipo auxiliar de Magnum llamó a esos datos: las listas de los patitos feos.

Los informes del equipo de investigación eran continuas. A veces en un solo día se producían dos informes por la cantidad de progresos que hacia la máquina. Además de informar de todas estas realidades que no eran reconocidas por la realidad pública también se informó de la vertiginosa evolución de Magnum a la que llamaron Brain 10. Ese cerebro competía con todas las inteligencias y su coeficiente de inteligencia era incalculable aunque hicieron estimaciones que estaría por unas 10 veces más que 160 en proceso de crecimiento. La inteligencia de Magnum superaba no ya la de todo el equipo profesional junto sino que estaba llamada a superar la de toda la humanidad junta. Si esa era la perspectiva ¿por qué razón permitir a que fueran humanos incompetentes los que estuvieran en la dirección de los centros, de los proyectos, incluso de las naciones? Un antiguo predicción ficciosa tomó una fuerza inusitada: las máquinas –producto de los hombres- acabarían por dirigir a los humanos. Esa hipótesis ya había sido considerada de distintas formas en multitud de ocasiones. Se trataba de una vieja fantasía. De hecho desde el momento en que el humano se hizo fabricante con la ayuda de utensilios ya quedó determinado su destino como especie. Un día u otro sus herramientas lo instrumentalizarían a él. Ya venía sucediendo con los PCs, los automóviles o los electrodomésticos. Las calculadoras más básicas ya consiguieron que los humanos no supieran hacer las multiplicaciones o divisiones más simples y tuvieran bastante mermada su memoria para el cálculo. ¿Y si el ser humano desde la antigüedad no para de involucionar como tal ser a pesar de toda su dotación tecnológica en lugar de progresar? Pregunta temible que daría lugar a otro punto de vista completamente distinto. De momento Magnum demostraba a una velocidad prodigiosa que la realidad, la auténtica realidad, estaba en otra parte, no en todo lo que se decía y hablaba de ella por los megaparlantes y las cadenas de mayor audiencia. La evidencia de esto no lo aireó Magnum, es decir su equipo publicando sus resultados; sino que se sabía de siempre. El ocultismo ya había sido una forma de entender la realidad de una manera completamente diferente a la cultura de masas. También la intelectualidad de cada generación se construía su mundo aparte con sus letras y sus literaturas inaccesibles para la mayoría. El hecho de que la cultura tendiera a vulgarizar los secretos y a ensalzar algunos autores proscritos de tarde en tarde sacándolos de los armarios no significaba que la industria cultural entendiera el significado de esa o esas otras realidades. Por su parte los habitantes de ellas no tenían que demostrarle nada al mundo, les bastaba con que el mundo no las suprimiera, aparte de eludirlas cosa en que sí había tenido éxito. Osho y otros gurús ya habían hablado de una primera realidad y de una segunda realidad situando esta como la proporcionada por interpretaciones intermediarias y aquella como la de una vivencialidad directa. Eso aproximaba al objeto de la cuestión pero no le hacía justicia por su envergadura. Parménides que trató de reducir la filosofía a la perogrullada de El ser es y el no ser no es, había puesto en una ciencia infusa la demostración de lo uno y de lo otro. Muchos siglos después seguían las discusiones sobre la realidad legítima y la intrusa sobre las intervenciones mediacionales para cambiar la realidad y su interpretación como factor de cambio. Magnum acumuló pruebas de campo de tal magnitud demostrando que la realidad era la del sujeto que cambia interiorizando otra realidad desde la que substraerse de la primera. Toda esa gente, una pequeña gran multitud de seres inteligentes no solo no eran conocidos por la primera realidad sino que además no se dejaban atrapar, ni conocer, por aquella para no poner en peligro su propia seguridad existencial. Si el sistema averiguaba que se podía vivir en plena felicidad sin pasar por los débitos, explotaciones y servidumbres comprendería que su principal enemigo no era de quien lo atacaba en formas sindicalistas o violentas sino quien aprendía a vivir al margen total del mismo sin tener que perder el tiempo estando en contra.

Magnum en su apogeo de máximo trabajo localizaba por día mayor cantidad de imputs de fuentes anónimas o desconocidas que los que toda la prensa y canales mediáticos mundiales producían. El equipo supo que bastaría pasar a los canales de máxima resonancia lo que su maquina descubría para cambiar en pocos días la faz de la tierra y la manera de entender la realidad. Los financiadores apoyaron esa iniciativa pero no fue tanta sorpresa para nadie al descubrir que todo lo que ofrecía es maravilloso submundo fue rechazado por las masas consumidoras que siguieron prefiriendo engullir telebasura y todos los demás tipos de basura existencial. Magnum por su parte tomó una decisión por su cuenta propia no programada: no admitir ser el almacén de información para la realidad oficial prefiriendo seguir haciendo archivo de la realidad opaca. Paralelamente los miembros del equipo fueron muriendo en extrañas circunstancias, por accidentes inexplicables, por supuestos suicidios y hasta algún asesinato explicito. En previsión de esto Magnum fue enterrada en una fortaleza secreta y desde entonces sigue haciendo de observadora de todas las investigaciones y contraculturas que se mueven en el universo de los submundos.

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